LAPIDACIONES, VISIONES, LIBERTADES
Sus ojos cubiertos por el tul
prefabricado con blanco velo en la casa del gran
hermano, lapidado de forma tal su entendimiento que impedía toda posible acción
que les llevara al rescate de un yo anterior.
Nada a su alrededor existía.
El juego iniciado había
quedado inmutable como consecuencia de la inacción.
El gran hermano mostraba su
fría mirada regocijándose sobre lo que ya le pertenecía, un botín sobrevenido
por obra y gracia del ensimismamiento de aquellos incapaces que no aprendieron
a saltar fuera del vacío impuesto por su raptor.
El
gran hermano aumenta su colección de adaptados a unas
normas que ni siquiera les fue dado conocer con el resultado de suprema
alienación: no ver, no oír, no decir, no pensar.
Esa era la idea.
El atesoramiento de este
capital proporcionó al gran hermano
poder para dominar lo que en ese momento poblaba su universo, hasta quizá el día
en que uno solo de los componentes del rebaño recobrara la visión e iniciara
una rebelión sin precedentes.
Por el momento un solo
miembro; por este instante un componente pensante sentado sobre el gran ojo
quizá proyectando el paso a dar.
Mientras tanto El gran hermano sigue regocijándose en
su éxito.
Ignorante de la fuerza que
posee un viento del norte capaz de arrasar los tules que hoy aparecen pegados a
unas pupilas ciegas.
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Y ahora llevan mucho tiempo machacándonos con que seamos resilientes, no vaya a ser que nos dé por revelarnos e intentar revertir la situación.
ResponderEliminarMe pregunto que pensaría Orwell de este presente-pasado-futuro que él pareció advertir no como presagio sino como realidad. Inmóviles nos quieren.
EliminarSaludos!
¡Por no hablar del daño físico y mental que provoca en muchos el regir su vida a través de esas normas impuestas! Por suerte siempre hay coletazos de desvíos por parte de revolucionarias de la pluma, que aportan aire nuevo, permitiendo soñar, crear y creer en nuevas realidades. Brava, Consu.
ResponderEliminarA veces tan difícil escapar de esos daños que aparecen en ocasiones que la vida nos repite sin que poder evitarlos. Muchas gracias, Sara. Soñar, crear y creer deverían adoptarse como parte de los derechos humanos.
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