NADIE ME CALIENTA LOS PIES COMO TÚ

 

Abrazaditos cual adolescentes caminaban por una ciudad de muros de piedra fría asemejándose a una copa on the rocks. Poco a poco el hielo desprendido de aquellas paredes iba incrustándose más específicamente en ella.  ¿Qué necesidad había para elegir una ciudad como aquella en lugar de tenderse al sol en cualquier isla mediterránea? —piensa ella, mientras comienza a desligarse del abrazo de él—. Buscando un café o similar donde apaciguar los escalofríos encajados en el alma, al voltear una esquina, apareció ante ellos —ella— el escaparate de una tienda de calcetines ¡Fue como una revelación! Un rayo iluminador desencadenante de lo que a continuación será el futuro a todas luces nada prometedor de este hasta ahora dúo. 

Se acercó despacio a la vidriera como si no quisiera que el hechizo fuera a esfumarse. Embelesada ante esa tribu colorista se coló en la tienda con ilusión infantil. ¿En qué momento se había apoderado de ella ese afán calcetinil? No lo sabía, y tampoco es que importara mucho dicho sea de paso, la cuestión no era nada baladí puesto que desembocaba en una compra compulsiva de abrigapies para gozo de la dependienta y desesperación del «pendiente» que pasará a «independiente» en un pis-pas.

En la fría calle con su paquetón de calcetines recién adquiridos y una sonrisa beatífica, ella, solo tiene un pensamiento: llegar al hotel y comenzar a desembalar el cargamento. Entre tanto iba construyendo el relato que le soltaría al «pendiente» para darle puerta de una forma suave, pero contundente. Concluida la misión y una vez el otro integrante del dúo abandonaba con su maleta el hotel, ella, dispuso sobre la cama todo el abanico de calcetines que parecieran querer hablarle.

Ella, entre suspiros acompasados, entonó su canto de libertad en la seguridad de que la decisión que acaba de tomar era la salvadora de un frío que, jamás volvería a sentir:

«Nadie me calienta los pies como tú…»

El calcetín sintió como un extraño calor le recorría del talón a la puntera tornando en rojo su endógeno gris.







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