EL LETRERO

A aquel país de iletrados irredentos llegó un mandamás en el año de la luna de hace ya un lustro. Comprobando que no existía indicación alguna que ayudase a moverse por aquel lugar apartado de todo le dio por montar una fábrica de letreros. Sus asesores-consejeros quisieron hacerle ver que de poco iba a servir colocar letreros indicativos de lo que quisiera imprimir en ellos para unas gentes que jamás en sus espléndidas vidas se habían topado con letra alguna. El gerifalte hizo caso omiso a la par que oídos sordos a la recomendación de sus asistentes disponiendo todo lo necesario para el inicio del negocio que al cabo de cuatro semanas comenzó a emitir los primeros tabloides. Comenzó por elaborar una primera que nombraría las calles eligiendo para ello nombre de frutas: «Calle de la Manzana», «Calle de la Piña Colada», «Calle del Melón…del Mango…del Plátano…» Así hasta juntar una cincuentena. Para la segunda remesa se le ocurrió que tal vez estaría bien bautizar las cal...