LA GRAVEDAD DE SER O NO SER


—¿Tan grave es?

—De dejar de respirar, es…

—¿Has probado a hacerle el boca-boca?

—Y con un anillo de un millón de maravedíes, he probado… ¡Nada!

—Pues sí que es grave, sí…los maravedíes resucitan a un muerto.

—En este caso ya ves que no…





Lo grave, lo auténticamente grave es enfrentarse al folio en blanco. Cuando nada surge, cuando todo son o frases hechas, o, cosas sobre las que has escrito mil veces ¡Eso sí es grave! Escribes como entrenamiento, como terapia a veces, sin nada interesante o como mínimo, algo que pueda crear expectativa para seguir la lectura.




En su día alumna aplicada de los estoicos, aristotélicos, sofistas…acabé por confundirlos a todos en una suerte de caleidoscopio que, no acertaba a saber quién era quién ni qué era lo que andaba buscando. Pasé por el jardín de Epicuro y me perdí en las sentencias de Sócrates…Todo esto me ayudó, todo ayuda. Ahora escribo sobre aquellas cosas que no tienen importancia y que pasan sin pena ni gloria.

Grave, lo sé. Muy grave.

¿Grave? ¿Para quién? ¿Para quién lo lee? …Pero… ¿Es que alguien lo lee? ¡Qué más da! A día de hoy las únicas lecturas que a mí me salvan son las de Javier Marías…todo lo demás es pura paja…

—¡Qué grave! —se escucha al fondo.

Cuando Maricarmen abrió aquel paquete que le había entregado en el umbral de su puerta un tipo más raro que una rana vestida de etiqueta, sopesó la inconveniencia de abrir la caja… ¿Y si era un mensaje de la mafia?

—A ver Maricarmen… ¿Qué coños has tenido tú que ver alguna vez en tu vida con la mafia? ¡No me jodas! ¡Si tienes una vida más simple que la de una tortuga! —Eso era grave: la gravedad de la simplicidad—.

—Pues para que lo sepas, ¡Gilipollas! …yo tuve un novio que traficaba con ‘chocolate’ en la Línea de la Concepción! Qué una tiene un pasado ¡eh!

 — ¡Por mí como si has traficado con órganos! Desde ya te digo que, lo tuyo no es más que puro teatro y mucha fantasía tratando de disfrazar la realidad que no te gusta.

—Fulgencio ¡eres un cretino! y, ¿Sabes lo que te digo? ¡Adiós! Y no un adiós cualquiera, sino uno que sale desde las tripas…¡no quiero volver a verte en mi puta vida! …

En ese momento comenzó a respirar sin necesidad de boca a boca ni maravedíes…




Enfiló vereda adelante con la vista puesta en el amanecer que se venía: dorado, intenso, fresco y, sobre todo, más que nada: nuevo…

Sin gravedad ni agravio…y con mucho, mucho, mucho que escribir…
















 

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