EL FIN DEL MUNDO
Erial yermo helado y
seco.
Territorio que simula
un paisaje lunar con sus inactivos cráteres y un grupo de diletantes perdidos
en su interior, en una búsqueda de la que ellos mismos desconocen el resultado.
En la pared de la
colina que tenían en frente una oquedad llamó su atención. La luz que salía
hacia el exterior como una premonición invitaba a lanzarse dentro.
Sus habitantes
condenados al olvido se derretían sin posibilidad de retorno. Marañas de vías insuperables
surcaban la cueva. En la mudez de sus habitantes se había instalado un tono
decadente donde nada era ya reconocible. Todo se derretía en aquel escenario
rocambolesco. Seres a los que nadie recordaba ya, condenados al olvido cubierto
por una capa de polvo caído del inclemente cielo que en su día alumbró la senda
que hoy oculta.
Seres que han perdido
la facultad del habla y el oído. Sordos, mudos, caminan por ese árido paisaje.
Instalados en su sordera, no apreciaron las señales que instaban a preservar un
territorio habitable en sus días; desaparecido por obra y desgracia del grupo novato
que en nada se molestó por conservar.
De esa la alianza
desunionista nació el caos que terminó en el final del camino donde el orbe
acaba, y quizá, otros mundos sean posibles con nuevos diletantes capacitados
para aprender sobre lo desaprendido.
El final del camino puede a veces ser el comienzo de uno más prometedor.
He recordado con tu post las palabras de Einstein. Dijo que no sabía cómo sería la tercera guerra mundial, pero que la cuarta sería con piedras y lanzas. Si bien todo final es un principio, el final lo estamos acelerando.
ResponderEliminarA pasos agigantados, diría. Vamos a creer en la magia de que un mundo mejor es posible. Agradecida como siempre a tus comentarios. ¡Saludos!
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