LOS AMANTES
La atracción inicial de Eros
por Tánatos, la continua pulsión entre la vida y la muerte es la base de los
amores imposibles que, de entrada, y que se sepa, son los auténticamente
reales. Al alejarse de lo cotidiano, dejan de paso, a un lado, la vulgaridad.
No sabía Eros en los
principios que, la atracción por Tánatos, llevaría para sí la renuncia de su
propia existencia…
Como toda historia de amor
imposible, esta, pasa vacilando de la vida a la muerte en invariable discurrir;
una lucha constante de consecuencias desgastadoras entre el ser o no ser, entre
la existencia propia ante la del contrario.
Sálvese quien pueda —o quiera—
del amor de Eros o de Tánatos. Adoptar a Hipnos es una mejor elección;
mantenerse en sus brazos, cruzando por un plácido sueño por los siglos de los
siglos…
Con los nervios que la
añoranza provoca sobre lo que nunca existió, atados a su piel, Eros, comenzó a
dibujar un gráfico sobre el que guiarse antes del crepúsculo. El desprecio por
un Tánatos disfrazado de su gemelo Hipnos era tan excitante que, colmó de una
rara alegría el momento, el instante…el minuto…
Por una vez dejó de lado la
ansiedad del descubrimiento.
—«No es normal, no es normal» … —pensó—, mientras, el fastidio de la idea, perseguía a la tristeza que seguía a toda esta rara ilusión…
Penia, aburrida ante el arte
de aquel aquelarre que no dominaba, que escapaba a su control, intentó parar al
atrevido aire que se coló por la ventana trayendo consigo vestigios con sabor
platónico y color añejo…
Y el fastidio dio paso a una
alegría momentánea, segundera y segundona, que desembocaría de nuevo en el
abrevadero de tristeza que un nuevo crepúsculo atraía para sí.
Su colección de duendes
platónicos y escarlatas fueron relegados al rincón de Tánatos. Desde allí,
lucharon contra Eros, y en esa batalla los dos perecieron. El resultado fue la
victoria de Hipnos que, se llevaba el gato al agua, o para mejor decir: llevaba
a los mortales hacia el sueño plácido de un nuevo despertar…
Pasó la vida buscando un
duende escarlata.
Hoy los duendes vagan
desteñidos en busca de un dios redentor, excitante dios, atrevido
dios…aquelarre de heterogéneos dioses, que no atienden súplicas, mucho menos
dan cabida a la ilusión de unos duendes cojos de corazón, sordos de emoción,
mudos de alegría…
Tánatos resucitado mira la
escena, y, ríe desde su poltrona…
Eros, vencido y
desangrado…duerme el sueño de los mortales…llueve hacia adentro, inundación
seca de platónica alegría.
«Inundaciones
secas de platónica alegría surcando por alegóricos senderos de lluvia, los
placeres sucumben ante la batalla, buscan una salida a sentimientos caducos». —¿En
qué momento olvidó esta frase?
…Y así fue como la muerte
emparentó con la vida, en una lucha continua por ganar la batalla, una batalla
que a todas luces nacía muerta…
Comentarios
Publicar un comentario
Soy toda "oídos". Compartir es vivir.