DEPREDADORES

 

 

—Mira chaval, eres muy tonto...

¿Acaso crees que saber dos idiomas —o tres— te salvará de la quema que el universo nos aplica a todos? Más pronto que tarde acabarás por apearte de la burra, cuando te des de lleno contra el muro, verás que tengo razón.

Él, la miró sin entender a qué venía todo aquello. Él, que creía ser un ser alado y sin contaminación alguna sobre el vicio de aparentar. Él, que en su fuero se creía superior y que cuanto más temía ser descubierto más ahínco ponía en la acción del disimulo.

«Eres muy tonto» —escuchaba una y otra vez de la voz interior que no dejaba de repetir este mantra—.

Él, que después de años de intentos fallidos, por fin había conseguido que ella aceptase su invitación. Él, que había inventado toda una película de amor y lujo con final feliz sobre lo que vendría después de esa cita. Él, definitivamente, era muy tonto…

Llegaron juntos al congreso donde habían sido contratados como traductores de una convención aburrida como tantas, celebrada en una isla cojonuda para mayor gloria de los asistentes.

«Los acuerdos para otro día. Estos vienen con la sana intención de comer y follar hasta el infarto, les importa una mierda el mundo y sus consecuencias», —piensa ella, mientras salta los peldaños de la escalera de dos en dos—.

Entra en la cabina destinada a los traductores. Se coloca los cascos mientras por el rabillo del ojo advierte las miradas mal disimuladas del «tonto» al que acaba de rechazar por quincuagésima vez.

—Todo listo para que comience el espectáculo —susurra ella—.

Tres horas de conferencia sin novedad a destacar; el mismo rosario de siempre…hablan, hablan...hablan…Ponen cara de que «sí», pero ella sigue pensando que no se escuchan entre ellos y que estas reuniones son una excusa perfecta para abandonar sus anodinas vidas cruzando hacia el paraíso por unos días. Está cansada de toda esta farsa. Ella quiere huir de este olimpo.

Are you free to fuck tonight?

De repente se cuela por sus auriculares esta frase. Tras el inicial desconcierto, en décimas de segundo alcanza a pensar que alguien se ha equivocado de botón y se ha colado un mensaje que claramente no iba destinado a ella.

—Are you free to fuck tonight? —vuelve a repetir una voz con acento latino—.

«¡La madre que los parió! Solo me faltaba esto para asentarme en mi idea de dimisión».

Como no podía saber de dónde había salido la proposición, accionó uno de los mandos correspondientes para hacer llegar su comunicación a todos los miembros de la sala.

—¡Fuck you all with a fish!

Tiró los cascos contra la mesa, agarró su bolso y de un salto se dirigió a la salida. El «tonto» la miraba como si estuviera contemplando un fantasma. Ella se despidió dirigiéndole una mirada fulminante y un lacónico pero certero:

 ¡Eres muy tonto, chaval!

 

 

 

 

 


 

 

 

 




























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