UN ENANO EN MI PECERA
¿Qué pasaría si una mañana al
levantarte te diriges a la cocina por el pasillo de tu casa y en medio
encuentras un enano con una lámpara mágica?
Me levanto como cada día antes
de que salga el sol. He soñado con playas «raras», como si los sueños fueran
premonitorios de los sucesos que vendrían al despertar.
Mientras, intento alcanzar la
cocina con una lista mental sobre las tareas que he de llevar a cabo este día.
Abro los ojos de un plumazo ¿He visto lo que creo que he visto o acaso sigo
soñando? Vuelvo a mirar. Al fondo del pasillo una sombra enana se mueve, lleva
algo en las manos.
—«No
puede ser, sigo soñando».
La sombra, que ya no es tal,
va tomando forma y acercándose a mí. Me susurra:
—¿Cuál es tu deseo más
poderoso?
Recelosa, froto mis ojos a dos
manos, «sigo soñando, me digo», pero
la figura no desaparece, sigue allí, impasible y ajena a mi incredulidad vuelve
a preguntar:
—¿Cuál es tu deseo más
poderoso?
Pienso en las guerras, el
hambre en el mundo, las injusticias, el maltrato…pero, solo puedo pedir un
deseo y, es en ese momento cuando tomo conciencia de que todos los males
mundiales caben en un solo deseo:
¡Acabar con la imbecilidad! Al
cortar esto de raíz, el campo queda libre de «malas hierbas» dando paso a un
nuevo paisaje donde reina la inteligencia y el buen hacer.
—«No
puede ser un sueño».
Invito al enano a compartir
mesa y desayuno; sigo mirándole desconfiada y, él, me devuelve una sonrisa
torcida, con una voz que no casa para nada con el resto de su anatomía, me
lanza:
—¿Crees ahora en la existencia
de la magia?
Yo, con cara de niña buena, no
sé qué responder.
Es claro que quiero creer,
quiero sentir que estoy despierta, pero ese sentido trágico de la vida,
inculcado con cincel desde el día que pones el pie en la tierra, no me deja; me
ata a un pragmatismo inútil para casos como este en el que, conviene dejarse
llevar sin investigar o buscar la funcionalidad o el raciocinio, centrándose
exclusivamente en que quizá, lo que tienes delante de tus narices es el espejo donde
nunca te atreviste a mirar.
A la mañana siguiente cruzo el
pasillo con el desasosiego del que espera encontrar un fantasma en el camino.
No, ni rastro del enano.
Salgo a la calle, tomo el
asesino metro que, para mi sorpresa hoy dejaba espacio para respirar. Nada de
aglomeración ni claveteos mochileros en los riñones, sencillamente se respiraba
tranquilidad.
A la salida del subway, por la
espaciosa avenida que debo cruzar cada amanecer, los pitidos mañaneros habían
desaparecido: calma total.
En el curro, una sonrisa
beatifica inundaba el espacio. Definitivamente los sueños se cumplen. La magia
existe. El enano no era producto de una mala noche de sueños pesados.
—«A
veces la realidad es superada por los sueños».
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