LA OVEJA NEGRA
—María
Luisa, esta niña va a ser problemática. —Convino Ignacio mientras se arreglaba
los bigotes.
—¡A
mí me lo vas a contar! Se agarra a la teta como si estuviera escalando un
peñasco y tuviera miedo de derrapar.
Esta
historia puede comenzar como otra cualquiera, entre las muchas de
amamantados que, luego olvidaron el origen y lo que conlleva haber sido criado entre
algodones.
Los primeros años de escuela
fueron un quebranto para sus padres. La maestra se quejaba de que no había
forma humana —ni inhumana— de que Laura estuviera sentada por más de treinta
segundos. Y es que no era ni mala, ni traviesa, ni nada de lo que se le atribuía,
pero como por aquellos entonces no se había inventado el calendario de términos
definitorios que, a día de hoy le pone nombre a cualquier cosa, pues, nadie sabía
que en realidad lo que esa niña padecía era el trastorno de la actividad y de
la atención, desconocido por aquellos entonces.
—Siempre has sido la oveja
negra de la familia. —Le gritaban a coro los miembros del clan.
—No como vosotros que siempre
habéis sido ovejas desteñidas. Nunca una pizca de verdad. Todo falsificado bajo
la apariencia de personas legales. Todo teatro. Una vida de puro teatro.
—¿Tú? ¿Tú te permites
cuestionar algo en ese despropósito que es y han sido siempre tus andanzas?
Dejaste la facultad, embaraza; rechazaste casarte con el que se suponía era el
padre del hijo que esperabas. Te largaste vete a saber a qué rincón del mundo
porque necesitabas liberarte de cualquier atadura que impidiera ser lo que eres…¿Qué
quieres ser? Siempre en contra de todo lo establecido, queriendo destacar por
encima de todo y de todos ¡Eres un esperpento! Lo peor no es tu falta de
vergüenza, lo peor es que estás loca. Una vergüenza para nuestra familia…
—Ni para insultar tenéis
recursos…Cuando no aceptáis las diferencias las denomináis locura. Locura es
vuestro vagar en línea recta. Locura es aceptar una serie de reglas impuestas
para satisfacer u ocultar los intereses de quién las promulga para beneficio
propio. Oveja negra, vaca rosa, cebra verde...¡Qué más da el adjetivo! Sé
perfectamente lo que no quiero ser: una alienada como tú…
Esto era así día sí y día
también. Nadie le perdonó jamás a Laura que no siguiera al rebaño. Cuando años
después aparecía en todos los papeles, noticieros, y, hasta en los más
prestigiosos concursos literarios su nombre destacaba en los primeros puestos,
todos los que la habían dado de lado se hicieron presentes, reclamando la
atención inmerecida por el desprecio que habían demostrado a lo largo y ancho
de la trayectoria de Laura, siempre recriminando cada uno de los osados actos
que plagaban una historia envidiada en el fondo, y por ese motivo, criticada.
—Podéis iros todos juntos a la
mierda. Jamás fui dependiente. De ahí vuestra inquina. Lo que vosotros
necesitáis es saberos necesarios no soportáis la libertad de una persona porque
sois una panda de alienados, un rebaño de ovejas blancas desteñidas con
orejeras, que no permiten la visión lateral. Camináis mirando al frente sin ver
lo que crece a los lados. Si me hubiera dejado llevar por vuestras maléficas
críticas jamás habría conseguido hacer nada de lo que he hecho. Sois el ejemplo
más claro de lo destructiva que puede llegar a ser la institución familiar.
«Aunque me visto de lana no
soy oveja»
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Soy toda "oídos". Compartir es vivir.