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Mostrando entradas de agosto, 2021

TIRAR LA TOALLA

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Yo finjo hasta los tiramientos de toalla: me tiro en la toalla a tomar el sol y no desisto hasta que lorenzo se oculta… Finjo tirar la toalla, pero la tengo bien amarrada bajo el muslamen de este cuerpo pez-globo que se ha adosado a mí como si fuera mi hígado o alguna parte esencial de mi existencia…y me digo: «¡No tires la toalla qué ya no se consiguen baratas ni en Portugal!» … y sigo pegada a ella con mi libro y mis deberes escrititorios…y no tiro la toalla por más que el universo se empeñe en hacerme desistir de vivir el sueño de un recuerdo perfecto en bikini sobre un mullido lienzo. Las tres de la tarde y sereno en aquella residencia de señoritas…la guardiana paseaba los pasillos con sus andares de gato, almohadillados, trillados y soñolientos como su propia personalidad en busca de una paja que se moviera para ponerle el punto sobre su ‘i’ correspondiente. Era un sistema carcelario, disimulado, y, muy bien vendido a padres creyentes de la dictadura encubierta reinante

CUEVAS

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  En una cajita de cuatro esquinitas redondas tengo yo guardada una novelita. Una novelita rosa y amarilla que busca su saldo que no se publicita. En esta novela que no es rosa que no es amarilla, no existen dragones ni rosas ni espinas; y la voluntad de escape se queda dormida. Ruge de vez en cuando para recordar que sigue con vida. Nadie la escucha, ni siquiera yo, y, vuelve a su adormecimiento a la espera de una varita que se pose en su lomo susurrando sobre la capa de polvo que cubre su cara: ¡Levántate! ¡Vamos! ¡Haz que el mundo te vea! En una cajita que no es azul ni rosa ni verde ni amarilla con sus cuatro redondas esquinitas duerme una novelita de irreversibles relatos sin princesas ni dragones ni vientos del norte… Sus letras doradas se deshacen entre el polvo del tiempo dejando yermas las páginas cubiertas de un día… A veces quisiera salir de su cueva dorada…pero… Solo a veces, grita…

LA MALA SUERTE

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La buena y la mala suerte son como muchos otros conceptos inventados, adornos con lo que tranquilizar nuestra conciencia:  ¡Qué mala suerte he tenido! ¡A ver si no fue mala suerte! … ¡A ver si es que hiciste lo contrario de lo que en el momento fue necesario! Pasa lo mismo con la buena suerte: —¡Qué buena suerte tienes! —Sí, va a ser que los diez años que me he tirado sin ver el sol, clavando los codos, durmiendo tres horas diarias, estudiando hasta las etiquetas del zumosol, han sido los causantes de mi «buena suerte» los que me hicieron aprobar una oposición a la judicatura y no las ‘diezmilmillonesdehoras’ que dediqué a esos p**** legajos… ¡Vamos anda! Hay que descargar culpas y para eso es imprescindible decretar términos que ayuden en el aligeramiento. Ni tu vida la dirige una de esas aseveraciones ni es un cúmulo de actos de buena o mala estrella…las estrellas están para otros cometidos. —¡Qué mala suerte la mía! —¡No querida! Qué te mancharas tu vestido de satén

ADJETIVOS POSESIVOS

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«La calidad al servicio como corresponde a la más distinguida clientela de esta ciudad». Así rezaba el cartel de la tienda de corsetería fundada por el tatarabuelo de Esperanza en aquella ciudad pacata, apostólica, romana y recogida. Una tienda cuyo principal activo era el invento de un artefacto torturante, relleno de unas varas llamadas ballenas que hacían las veces de contenedores-contenidos del cuerpo de las maltratadas féminas, decididas a vivir en la apariencia de una figura que no les pertenecía. Tenía como segundo inconveniente —nada desdeñable—, la facultad de bajar la libido con un solo guiño de reojo. La imagen de un cuerpo atravesado por aquel andamiaje no ayuda ni al más aguerrido de los amantes, y, una de dos…o haces acto de presencia cuando ‘aquello’ ha sido despojado del tronco…o mejor dejas pasar la ocasión que se pintaba calva para momento y lugar más propicios.  Elvira pasa cada día de camino a la escuela por delante del escaparate sin detenerse por miedo a