¡MAMÁ!… ¡SE ME HA QUEDADO AGARROTÁ LA L5!

Vigilio pasaba la mitad del día pegado a la mirilla de la puerta de calle. Su madre que no entendía esta nueva manía le gritaba desde la cocina: «¡Vigi! ¡Ven a ayudarme a pelar patatas!, pero es que Vigilio tenía una razón de peso, de mucho peso, más que de peso, de una urgencia perentoria como era la del fornicamiento, y si se pasaba media vida de vigía, era, por detectar cuando Adelaida la del tercero derecha subía la escalera para atajar la subida, a fin de cambiar el ascenso de la interfecta por escalación de índole más prosaica.

Llegado el momento de la conquista —nada difícil por la clara predisposición que mostraba la del tercero—, allí mismísimo, sin que mediara preámbulo alguno se entregaban en cuerpo, que no en alma, al digno arte del apareamiento…

—¡Ayyyyyyyyyyy!

—¡Qué coños te pasa! ¿Tenía que ser en este preciso momento, cuando mi marido está a puntito de entrar por la puerta?

—¡La L5!, ¡La L5!, ¡Socorrooooo! ¡Llama al samur, a los bomberos, a la benemérita, a salvamento marítimo! ¡por tu madre!

—¿Te has vuelto majara?

Los gritos de Vigilio alertan a su madre que sale disparada hacia el descansillo y encuentra a su hijo con los calzoncillos en las rodillas, y a la del tercero, con los pelos desmelenaós…

—¡Hijo de mi vida!

—¡Madre! ¡La L5! ¡Todo por culpa de la L5 qué se ha vuelto a escacharrar! Por su culpa ahora todo el vecindario sabrá que además de andar encorvaó, me tiro a la vecina del tercero mientras el cornudo de su marido vive en la estratosfera…

El marido de la del tercero que acaba de apostillarse en el último escalón que da al descansillo, mira a Vigilio con expresión doliente, y no por que le importase un pimiento el acto de tener la cabeza como un reno, sino porque la situación obligaba a cambiar de residencia, ¡ahora que habían conseguido un pisito de renta asequible! y para sus adentros, se cagó en la madre que parió a todos los patos de colores del mundo mundial…

Mientras... las comadres murmuran por las esquinas...«pues sé de buena tinta qué...! ¡madre mía! ¡lo nunca visto! ¡Hasta mi perro lo sabe!

    

La historia podría continuar como que a los nueve meses un Vigilito asomaba por entre los muslos de Adelaida, pero para entonces el marido se había largado a Alaska y a Vigilio se le había doblado la columna de tal forma que, solo podía saludar a las hormigas…

La vida es un frenesí. Y las L5, ¡unas hijas de la ‘gran vida’!

Veintidós veces había derrapaó la L5…si hubieran sido veintidós más uno, Vigilio, andaría a cuatro patas, por otra parte, postura sexy donde las haya…



Comentarios

  1. Jajajajaja, qué excelente relato. Auguro que Vigilio ya es conocido como El "encorvao" de la L5. Ha nacido una leyenda; vigilen a sus mujeres.

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    1. Y que buen comentario el tuyo...«¡El encorvaó de la L5!» ¡Me lo apunto!

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  2. Divertido relato y una lección a tomar en cuenta para alejar las prisas que pueden conducir a algún agarrotamiento.

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    1. Qué las prisas no son buenas, ya lo dice la canción...despacito y buena letra, decía mi abuela...Gracias a tu comentario, Rodolfo. ¡Saludos!

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  3. Caritos apareamientos. La L5 no perdona. Pero manda a los renos p'Alaska, jajaja. Que divertido, Consuelo!

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    1. Deberíamos nacer con la columna vertebral de aluminio...ja, ja, ja...Muchas gracias por tu comentario. ¡Saludos!

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