LA CHARCA MALDITA
Desde el infortunado día en
que un hechizo lo convirtió en sapo, anduvo en busca de la «principesa» capaz de devolverle su primigenio estado, una «principesa» especial sin atisbo de
similitud con las que aparecen en las fábulas; a la espera de que el estallido
de su hipotético y despampanante beso obrara el milagro.
El mismo maleficio que un día
lo convirtió en sapo lo llevó a aquella habitación con la fantasiosa idea de
que el beso «Principesco» trasmutaría su actual anfibiosidad a su antropomórfica
naturaleza.
Engaño, ensoñaciones.
Suele ocurrir que el beso de
la «principesa» equivocada puede
enviarte a la charca donde la maldición tomó cuerpo y, de la antropomórfica
forma, pases de nuevo a tu paupérrima vida de sapo.
El ósculo errado lanzó su efímero cuerpo contra la charca donde todo ocurrió, en la que había permanecido embarrado por siglos.
Allí seguiría
antes de volver a intentarlo en otras tres mil o cuatro mil ocasiones más con el
resultado de: principesas uno, sapo
cero.
¡Ja, ja, ja! Me ha encantado, Consuelo. Principesas, uno; sapo, cero.
ResponderEliminarNo sabes la alegría que produce saber que a alguien le llega lo que escribes. Muchas gracias, María Pilar, generosa como lo eres siempre. ¡Saludos!
EliminarDesde luego, paciencia tiene.:))
ResponderEliminarDebe ser una cualidad anfibia que nos está negada a los humanos... 🤗
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