INFINITUD DE UN VUELO

 

Corría por el asfalto hacia el lago que se divisaba al final de la carretera. Al límite de sus fuerzas apuraba cada zancada impulsado por un resorte interior que jamás le abandonaba. 

Sin rendir cuentas más que así mismo, alcanzó la meta donde habitan todos los sueños individuales o colectivos al grito de:

«La libertad ilumina todas las cosas».

En el límite de sus fuerzas intentó un salto dibujando una parábola, de tal suerte que, acertó con el vuelo alcanzando así la cúspide de la escultura.

Tomada la posición, desde la cumbre, inclinó el cuerpo para proceder al intento de un salto suicida.

En la pretensión de despegar los pies de la estatua, ésta, tiró de él como si quisiera adueñarse de su figura e integrarla como parte del conjunto.

El árbol en su inmensa paciencia, acostumbrado a la vasta espera en su lucha por la supervivencia, observa la escena sin atreverse a lanzar una de sus ramas al rescate del que, a todas luces, actúa como un suicida; mientras, vigila el espectáculo y piensa en la valentía de afrontar el reto que supone querer volar sin atributo alguno que lleve a buen puerto la osadía del actor.






Él, lejos de toda presunción de peligro se lanza sin más, sin menos; solo él, el aire, el cielo, los brazos acogedores de la naturaleza…solo el vacío llena la escena a la que las leyes universales otorgarán un feliz o desgraciado aterrizaje contra una superficie que susurra trayendo voces desde el más allá:

«Eppur si muove»…




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Comentarios

  1. ¡Uf! Qué vértigo me da. Me ha recordado el vuelo de Ícaro. ¡Feliz semana, Consuelo!

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    1. Prudencia a la hora de volar. Hay que hacer caso a Dédalo y tratar de esquivar el sol...Agradecida como siempre a tus comentarios María Pilar. Te deseo una semana estupenda y te mando un gran abrazo.

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  2. Como que las voces son del más allá, diría que el aterrizaje ha sido harto desgraciado.

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    1. Como saberlo. No tenemos noticias de lo que hay más allá del más allá...¡a saber!

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