THE LIGHT

 

Lisandro, niño bien, de familia bien, o sea, de posibles, tenía una afición reservada a la gente de alta alcurnia consistente dicho entretenimiento en pilotar una avioneta a la que dedicaba todo su tiempo, tampoco tenía otra actividad como por ejemplo hubiera sido la dedicación a un trabajo cualquiera, no lo necesitaba. Su familia «bien» su linaje, si se quiere definir así, permitía a Lisandro estos lujos: hacer lo que quería aun cuando a su familia el asunto no le cuadraba del todo, preocupados por el posible peligro que conllevaba el pilotaje de aquel bicho como ellos denominaban al aeroplano. Lisandro, si bien era ducho en lo concerniente al pilotaje y al mantenimiento de la máquina era más bien lerdo en asuntos de índole personal, esos, los verdaderamente difíciles de gestionar tales como son las relaciones de naturaleza sentimental sea cual sea el ámbito de sentimientos, ya sean estos amorosos, paternofiliales o cualquiera otros que incluyan la asunción de intercambio en los  sentires. 

Tras semanas de decaimiento, no sabiendo cómo gestionar los acontecimientos de su envidiada vida por algunos, pues, solo veían en Lisandro a ese guapo y rico heredero que lo tiene todo a favor obviando como siempre que, todo tiene un precio, que a veces deslumbra lo que solo oculta oscuridad y, que, sin conocer el interior del ser, suele juzgarse solo su envoltura.

Llegó el día. Imprevisiblemente, Lisandro, se lanzó, dio un paso adelante y se dispuso a cambiar lo que el destino tenía preparado y sentenciado para él. Nervioso, pero aún esperanzado, daba vueltas en el hangar a la espera de ver la silueta aparecer. La silueta soñada. La silueta anhelada. La sombra no apareció. En su desesperación por lo que creyó rechazo agarró su pájaro metálico y despegó en la noche negra a cuyo cielo habían abandonado hasta las estrellas.

El fallo del motor estrelló su avioneta contra el suelo del anfiteatro. El descomunal golpe craneal recibido en el inevitable choque, sumió al aeronauta en un estado comatoso envuelto en la bruma brillante que partía del techo hasta el más recóndito recoveco; a pesar de que él no supiera identificar el dispositivo que proporcionaba aquella claridad.

Colgado del techo, el artefacto aquel inundaba la estancia de una luz infinita a la vez que difuminaba la existencia de lo que allí habitaba.

No fue suficiente que la luz inundara la oscuridad adivinada tras la cortina que comunicaba con la sala del teatro.

El grito tras la cortina cortocircuitó la lámpara creando así la oscuridad absoluta.

Los asistentes a la obra observaron la escena alumbrando esta con sus mecheros:

«Qué buen actor ha sido siempre. Pareciera haber mudado al otro mundo. Es como un muerto, pero ejecutado con más realismo».





 

 

 

 

Comentarios

  1. Maravillosa tu entrada Un placer ha sido conocerte

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    1. Muy agradecida por tus comentarios, Recomenzar. Me alegra que te guste, te envío un abrazo.

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  2. Qué público más impresionable, o será que Lisandro merece un Óscar a título póstumo.:)

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    1. Es fácil engañar a un público que no quiere ver a través del espejo. Lo del óscar a Lisandro...no sé yo...

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  3. jaja a la hora de morir no hay lianje, ni familia bien, ni mal que nos salve... todo morimos igual de solos por acompañados que estemos, a este pobre lo que nadie le preparó en su acomodada vida es a encajar los NOs y a eso es mejor aprender más pronto que tarde, que luego llegan y nos estrellamos contra él, más o menos como Lisandro, pero sin aeroplano ; )

    Estupendo como siempre.
    Abrazo fuerte!

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    1. Saber encajar los «noes» debería ser asignatura obligatoria en cualquiera de las enseñanzas. Muchas gracias, María, siempre generosa en tus comentarios. ¡Un abrazo!

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  4. ¡Ja, ja, ja! Has pintado con palabras una escena escalofriante y el público se queda admirado. Me has hecho pensar en tantos que viven la realidad dentro de un mundo virtual y no me extraña que esto lo vieran en clave metaverso.
    Un abrazo!

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    1. Hay quién no distingue entre el verso, la meta, la realidad, la ficción...en fin...es lo que nos toca, esta era tan extraña en la que andamos perdidos...
      Agradecida siempre a tus comentarios, te envío un abrazo.

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