DONDE TUS PIES TE LLEVEN
Catalina abre la puerta. Es
tal su empírica experiencia que el sonido de un tacón deja al descubierto para
ella la dueña causante del repiqueteo.
Ella deja la carga en el hall
dispuesta a narrar su día errante de idas venidas y más idas que venidas.
Catalina fija en ella su
desconcierto, desconcierto que ella no puede sentir ante la ausencia de órgano que
cumpla dicha función.
«¿Tan difícil es que esta tonta mucama entienda algo de lo que le digo?»
Catalina ve retorcerse el
cuerpo de su ama, algo en ella intenta expresar lo que por razón de la materia
no puede declarar con palabras. Catalina intenta entender…hasta que llegado un
momento de inopinada exasperación no aguanta más y estalla:
—¡Le dije que terminaría por
perder la cabeza! Tanta compra, tanta compra… ¿Para qué tanta compra si no
tiene a nadie delante a quién poder mostrársela?
De nuevo el timbre de la
puerta. Un muchacho pecoso llama con cara de susto.
—Perdón, esto se le cayó a una
señora, yo iba detrás, la llamé para devolvérsela, pero o no me oía o no quiso
hacerlo. Sé que es de ella porque la seguí y vi como entraba a esta casa.
El muchacho pone la cabeza en
manos de Catalina y sale corriendo.
—Y ¿Qué coños hago yo ahora
con esto?
Por la casa la shopaholic da
vueltas tropezando con todo a su paso sin entender del todo que es lo que ha
pasado. Lo último que recuerda es la compra de un sombrero blanco con un gran
lazo azul que ahora no podrá usar…y es que la vida a veces gasta unas bromas
dignas del diablo…
—¡Señorito! ¡Haga usté el favó
de bajá! —Grita Catalina—. Tenemos una contingencia coyuntural –o no—. ¡Ay la
virgen! ¡Quién me mandaría a mí dejar el pueblo!
¡Jajaja! Un relato estupendo donde el absurdo se mueve como pez en el agua.
ResponderEliminar¡Qué buena eres en los cierres de tus relatos!
Felicidades y un abrazo!
Yo es que soy buenísima cerrando cosas...ja, ja, ja...me alegra muchísimo provocar en ti una carcajada. Como siempre te mando las gracias con mis abrazos agradecidos.
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