SILENCIO

 

Silencio que con su diletantismo enmudece los cañones. 

Un silencio que pesa quintales.

Un silencio con peso de pluma.

El silencio atronador de unos labios cosidos a balazos.

El silencio explícito de los ojos imposible de acallar cual órganos irreversiblemente enmascarados, y, sin embargo, recitan todos los versos que pudieran ocupar kilómetros de papel en blanco.

El silencio azul de las nubes arcanas tras los andamios inhibidores cual pantallas ocultadoras del lienzo pintado en un firmamento gris, amargo, irredento.

Silencio pesado cual losa marmórea.

Silencio liviano de plumífero lecho.

Silencio de cementerios de cuyos vacíos sepulcros se eleva el grito que jamás fue escuchado.

Silencio limpio.

Silencio cobarde, amordazador de llantos de hambrientas bocas que resuenan sordas, que enmudecen las balas criminales testigos de la cobardía de generales locos.

El silencio de unos brazos alzados que gritan clemencia…el silencio traidor de la ráfaga de balas que los inclina sepultándolos en la tierra.

Y como colofón el peor silencio de todos, el de aquellos que se amparan en la palabra paz para tranquilizar su conciencia y con ello consiguen dar voz a los que silencian a los silenciados desheredados de la tierra.

 

«Es el silencio cómplice de la injusticia la mano ejecutora de aquellos a los que se les ha negado la palabra».

















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