CUENTO PARA DESPERTAR
Esto viene de muy lejos...
Cuando era pequeña, soñaba que un príncipe azul me rescataría de las garras del aburrimiento.
¡Qué poco sabía yo entonces!
¡Cómo se destiñen los príncipes y, además, te tiznan perdidamente de azul!
Perdida en el país de nunca
jamás, me voy acercando a playas y otros destinos por explorar.
En esas andaba cuándo recalé
en un curso de marketing, y «componentes» varios...el río de la vida te va llevando
por caminos insospechados.
Desde las primeras clases, algo empieza a moverse dentro de mí. En ese descubrir, hallo cosas tan interesantes como que, ¡llevo media vida ejerciendo de Agustina de Aragón!
¡Toma ya! Un poco cansado es, —no voy a negarlo— a la par que entretenido. Mi meta actual es buscar y encontrar otros entretenimientos menos agotadores. Por si os preguntáis que tiene que ver todo esto con príncipes y princesas, os aclaro: las princesas y los princesos son de carne y hueso, se levantan cada mañana ilusionados, crean nuevos retos, se suben a una moto...en fin, que no son seres alados al rescate de cursis niñas.
En mi actual proyecto de vida
ya no caben sapos que besar (no vaya a ser que, al hacerlo, se conviertan en
príncipes).
Solo tiene lugar la capacidad
de entusiasmo para alcanzar metas —pequeñitas— todos los días...
Cada día, un nuevo reto.
En eso estoy, en eso me quedo.
Entre la ilusión y la
esperanza, voy llevando a cabo mi desarrollo personal, convencida de que, desde
la tolerancia hacia mí, encontraré el camino; mi propio río de vida.
Un cuento que no lo es.
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