MAMÁ, QUIERO SER AUDREY HEPBURN
Quinta Avenida de New York,
desierta, primera hora, amanecer...Tiffany's,
y la aparición de la elegancia hecha persona con bolsa de croissants
incorporada, desayunando delante de un escaparate de diamantes dónde destaca la
verdadera belleza, la que no necesita de artificios para SER, llenando un espacio vacío que solo ella consigue colmar con su
incomprable, incomparable, intrínseca, belleza.
Desenfadada, inocente —o quizá
no tanto—, aparenta una fragilidad que, casi seguro sea impostura, para navegar
por ese mundo en el que se halla inmersa.
Seductora innata, capaz de
acallar al molesto vecino que, con toda probabilidad está celoso por qué en su
vida plana no tiene la menor posibilidad de acercarse a ella: lo frena con esa
mirada que todo lo puede.
Cuándo la elegancia toca a
raudales, esto es lo que ahora se da en llamar glamour —supongo—, aunque creo
que dista un poco de la elegancia, son cosas distintas.
La elegancia no necesita
adornos, para mejor decir: no puede adornarse...
En el glamour hay una parte de
artificio que a la elegancia no le toca...
Mamá: ¡Quiero ser Audrey!
Resuelta, sexy, elegantemente
seductora. Huyendo de todo lo que provoca a su paso —muy a su pesar— un
comportamiento poco habitual, ecléctico, cambiante...que quiere aparentar una
vida fácil y alegre ocultando tras de sí...otras vidas no elegidas... a las que
el mundo obliga en ocasiones.
En ese Babel que es New York,
donde todo cabe y en el que al final como si de un Liliput se tratase...no se
consigue el anonimato a pesar de la gran jungla que representa...todo termina
por alcanzar la luz...
Su personalidad y su estilo,
han creado una escuela difícil de superar: el «estilo Audrey» ...
Su sonrisa y su aparente
fragilidad son imitadas... a veces por aspirantes que nunca podrán alcanzarla,
ni tan siquiera rozarla.
¡Quién no ha soñado con
parecérsela!
Con esa esbeltez imposible,
esa cara y, sobre todo, por encima de todo una elegancia que solo puede ser
intrínseca...hay cosas que el dinero no compra, esa es una de las partes buenas
de la vida: el dinero sirve para muchas cosas, pero no para las cosas
importantes de la vida.
Elegancia natural que no
requiere de artificios...
Considerada la quintaesencia
del glamour, la elegancia y la sofisticación. Todo esto al parecer no la salvó
de sentir una profunda carencia afectiva porque, «aunque la gente siempre pregunte por el amor de su vida, lo cierto es
que jamás lo encontró».
En alguna de sus biografías se
habla de su profunda inseguridad, timidez y confusión...
Nos da una idea de su
espiritualidad, demostrada en la labor humanitaria que llevó a cabo...
Que no es la alocada chica que
aparenta en desayuno con diamantes...queda claro...creo que hasta en la
película se adivina este principio...
«Nadie
pertenece a nadie, dice en una de las escenas», George
Peppard responde:
«Te
consideras un ser salvaje, temes que alguien quiera meterte en una jaula...siempre
acabarás tropezando contigo misma» ...
Parece algo premonitorio: ella
siempre buscó el amor sin encontrarlo...
Dos seres sin conexión
aparente...y... ¡final feliz de película de Hollywood!
Mamá: ¡Ya no quiero ser
Audrey!
Estética imitada hasta la
saciedad. Que nunca pasará de moda: la elegancia es un valor...no una moda del
momento ni de una época...
De
«Desayuno con diamantes»:
«¿Conoce
usted esos días en los que se ve todo de color rojo?
¿Color
rojo? querrá decir negro.
No,
se puede tener un día negro porque una se engorda o porque ha llovido
demasiado, estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles, de
repente se tiene miedo y no se sabe por qué».
Magistral como siempre, me encanta Andrey me retrae a tardes de cine con mi padre y no estas películas violentas que vemos hoy en día, intentaré verla con mi hija para que compartamos ese recuerdo, gracias
ResponderEliminarGracias Ana, esa niña tan guapa o más que Audrey...que tienes, merece ver y conocer este cine. Besos y agradecimientos, siempre tan cariñosa.
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