CALÍGULA

Los que me conocen saben que yo estos días estoy como ausente. No celebro lo que no me sale del alma…—lo hago con todo y por todo— pero, hay una cosa que me encanta: mis amigos de todo el año me escriben hoy y me desean una vida feliz.

Yo, eso lo agradezco de verdad y además me encanta. Gracias a todos. Solo una cosa puede molestar y es la hipocresía; todo lo demás es bienvenido. Mi cariño para todos, —no en días marcados— saben muy bien que les quiero todos los días: sin fecha de calendario.

Hoy como ayer, siempre, sale a relucir la palabra: hipocresía y, no es por molestar, pero estamos impregnados de ella. Hasta el mismísimo coño de la pose ajena…de esa impostura que se revela como todo lo incomprensible: «aprendo dos tres cuatro reglas, con ellas tiro y no me las cambio que me pierdo».

Quiero hablar de Calígula, el Calígula de Camus… del tormento que es su existencia ¡UN HOMBRE ATORMENTADO! De cómo la hipocresía que inunda todo a su alrededor lleva a la persona a unos estadios por los cuales no hubiera transitado de no haber sido conducido a ellos gracias a la maldad, a la cobardía de los circundantes. Hay un Calígula y un ‘Calígula’…no es lo mismo, aunque parezca que sí…

El Calígula de Camus es un hombre que a partir de la muerte de su hermana, no encuentra su lugar en el mundo y, a base de lo que un principio pueda parecer aberrante lo que trata este personaje es de encontrar el perdón —no la aceptación— no rehúsa la incomprensión pero si la hipocresía…y lo que va ‘matando’ desde el trono que ostenta es la infamia, la mentira, la no aceptación…es complejo —como lo es el ser—, el humano y el inhumano, pero de verdad ¿se le puede tachar de monstruo cuando su interior grita por encontrar una nube de verdad a la que agarrarse?

A mí personalmente me enamora el Calígula de Camus desde el punto de vista humano…no hay nada más humanitario que la verdad, la lealtad, y eso es lo que busca este Calígula desde mi ‘no humilde opinión’.

Un día de estos cuando tenga un par de minutillos libres los voy a dedicar a hacer castillos en el aire.

¡Qué agotación!

 




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