LAS ENMIENDAS A LOS PROPÓSITOS

                                                                           



Las enmiendas a los propósitos vienen a ser algo así como el cuento de la lechera con un final muy parecido.

A la gente le da como una especie de urgencia ponerse a hacer el «moñas» en la segunda quincena de diciembre.

Casi todo lo que se ve y se oye por estas fechas parece el producto de la ingesta de dos litros de orujo gallego mal asimilado.

Existe otra parte, bien es verdad, de personas que se preocupan por el prójimo todo el año —las menos—.

Hay una realidad imposible de maquillar detrás de tanto empolvamiento: el mundo no cambia en estos días por muchas luces de colores y por otros tantos golpes en la espalda que se den o se pongan según corresponda.

Llegamos al siete de enero con la casa sin barrer —léase: mundo—, y, en la resaca de cosas inútiles que han dejado unas fiestas paganas, ni siquiera sentimos el golpe de conciencia que nos lleve a enmendar todos los propósitos desgranados durante el vendaval.

Yo, —que también tengo mis pecadillos— me he propuesto corregir algún propósito que se ha quedado por ahí, colgando de un árbol sin adornos.

El año es largo para algunas cuestiones; corto para otras. Entre tanto voy confeccionando a retazos todas las enmiendas que mis buenos propósitos consentirán subsanar.

Qué el año, y sobre todo nosotros, pongamos toda la carne en el asador.

¡For a good year!

 

 

 

 

«Dios es un concepto por el cual podemos medir nuestro dolor.

Lo diré de nuevo,

Dios es un concepto por el cual podemos medir nuestro dolor. Yo no creo en la magia.

No creo en el I-ching, no creo en la Biblia, no creo en el tarot, no creo en Hitler, no creo en Jesús, no creo en Kennedy, no creo en el Buda, no creo en el mantra, no creo en la Gita, no creo en el yoga, no creo en reyes, no creo en Elvis, no creo en Zimmerman, no creo en los Beatles, yo sólo creo en mí.

Así que, queridos amigos, solo les queda continuar. El sueño se acabó» ...

—JOHN LENNON—





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