HISTORIAS DE ANDAR POR CASA



—¿Dónde vas Caperucita, todas las mañanas vestida de gris? —Susurran los lobos al verla correr tras el pájaro de acero que acabará por perder.

Cada mañana una aventura en la selva de ruido, metal y luces. Cada mañana la aventura por la sobrevivencia. Cada mañana vestida de azul con sus lamparones de mediocridad, entre gritos, carreras, empujones y asfixia para llegar con su «cestita» cargada de pertenencias que no le pertenecen. Con sus flores de cactus a punto de reventar.

Escucha, mira entre el ruido metálico que arrasa la avenida mientras medita lo insoportable de la existencia sin ánimo de redención.

El horizonte, siempre azul, hace que sueñe con otro destino, uno no impuesto; la libre elección del camino a transitar.

Los sueños no son vacunas; menos aún, lo soñado en duermevela.

Trenes sin destino recorren un paisaje ficticio aparcando en una estación fantasma, en su recorrido, incierto por ignorado, solo queda subir, soñar que el viaje estará plagado de una realidad mudable.

 —«No me despiertes, déjame soñar».

Suena la alarma, salta de la cama, se viste para matar otro anodino día; los trenes en su quimérica andadura se mueven en círculos.

En la tierra prometida el destino es el viaje.

…Y al final, la redención…

 

 

 






















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