MENTIRAS


El rumor comenzó como empiezan los rumores, por una tontería o una maldad que se le ocurrió a la chismosa del pueblo.

Hay quien nace con un sello en la frente. Da igual su trayectoria. Haga lo que haga siempre será interpretado bajo las silenciosas leyes del poder del rebaño.

Cada uno de los actos de Cosme, iba acompañado de la historia inventada en los mentideros.

Impotente ante la falta de comprensión nada podía hacer ¿O sí? Agarró su bicicleta y se dirigió al río.

Unas muchachas lavaban ropa mientras reían a carcajadas con los comentarios —a todas luces inventados— sobre lo que había sido el baile de la verbena la noche anterior. Se acercó sin disimulo pues nada de malo había en sus intenciones.

—¡Buenas tardes tengan todas ustedes! 

De mala gana giraron sus cabezas y al ver al interfecto no se molestaron en contestar al saludo. Él, ante la acogida, dio media vuelta, enfiló sendero adelante hasta llegar al recoveco donde acostumbraba a bañarse sin ser molestado. Todo como siempre, sin atisbo de falta. No había caso. Esta vez, no.

Las mozas terminada la faena recogen sus cestos y comienzan a elaborar la historia que más tarde relatarán en la plaza a todas esas almas ansiosas y aburridas, ávidas de lucrarse con la vida inventada del prójimo.

—Otra vez Cosme, ¡Espiándonos! —Dijo la pecosa arremolinándose las mangas.

—Espiándonos detrás de un matorral, sus intenciones…¡Ay! —Clamó la voz de otra.

—Ese chico no es trigo limpio y alguien debería hacer algo. —Espetó una tercera.

Lo cierto era que, Cosme, había sido siempre una persona de ética intachable, pero, si la tropa se empeña en crear un personaje a ultranza, envenenado, lo consigue, y, ese era el destino de Cosme. Una vida inventada que nada tenía que ver con él, con sus formas, con sus sentires.

De vuelta a casa divisó el corrillo formado en la plaza. Intuyó el origen de las risitas. Aparcó su bici en la reja de la única ventana que tenía su casa. Embaló sus cuatro trastos, y con paso firme se dirigió al país del «aquí solo se admiten verdades», «reservado el derecho de admisión». Si alguien era pillado en un renuncio la expulsión estaba asegurada. Él, deseaba vivir en paz. Solo quería rodearse de verdad; la fantasía para las novelas, no para novelar la vida de nadie y hacer de él o ella un advenedizo.

—¿Qué habrá sido de Cosme? A buen seguro que lo han apresado y no lo vuelven a soltar, ¡Merecido lo tenía! —Dijo la pecosa que en el fondo deseaba haber sido espiada.

En el albor de aquella mañana no cantó el gallo. Los pájaros entonaron sus trinos del revés. Cuando la cuadrilla de mozas se despertó, un grito cruzó cada rincón de la aldea. El apéndice nasal había pasado a mejor vida, en su lugar una mezcla de palo largo y ramas se apoderó del lugar que ocupó una nariz respingona. Lágrimas y lamentos tardíos ante una situación irreversible.

Cosme, en una suerte de duermevela, escuchó los gritos. Seguro estaba que no había sido un sueño; con los ojos abiertos como platos, la imagen de esas «narices» aparecía machaconamente intacta.
 
—«A veces los sueños se hacen realidad»…—pensó. Mientras, un nuevo destino venía a su encuentro.

La vida siguió en aquel lugar como si nada; sus mentideros tenían siempre alguna víctima que despellejar, y en sus tristes vidas, donde todo era una falacia, jamás brilló el menor sentimiento de piedad.









Ganadora en el Grupo de Escritura Creativa «Cuatro hojas».



Comentarios

  1. Es una lástima pero aún sigue pasando

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  2. La realidad de en vez de pensar en como va tu vida, se inventan cosas al más puro estilo de narices largas y cuervos para espolear sus egos.
    Has conseguido, de todas maneras hacerme reír, ya que parece que estamos en el siglo XVI. Muy bien tejido el relato, Consuelo.

    Besos sin envidia

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    1. Hay cosas que no cambian a través de los siglos, Joaquín. Me alegra arrancar una sonrisa. Muchas gracias por tus comentarios. Abrazo!

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  3. Qué maravilla Consuelo!!! Cuánta luz le das a las oscuridades... me quedo con eso de "almas aburridas que se lucran con la vida inventada del prójimo" ;) un abrazo,
    Marta, tu compañera del taller

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    1. «Almas bienintencionadas», haberlas, hailas, sin luz propia, intentando opacar a los demás. Muchas gracias por tus comentarios, Marta. Como siempre amable y certera. Un abrazo enorme.

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