SEGUNDAS INTENCIONES
De segundas intenciones está el infierno lleno.
—«Yo
tenía la intención de» …
—«¡Pues
anda qué yo!» …
…Qué los finales felices están llenos de segundas intenciones, las buenas, esas que
se fueron a tomar el aire en la finalidad primera. Las segundas intenciones
llevan implícita una carga venenosa. Parecieran querer obtener en segunda
instancia lo no conseguido a la primera.
La
segunda intención de Adela era que Eligio se sintiera seguro al amparo de una
sarta de mentiras, que, en el plan trazado, ella, no llegaría a cumplir. Envolvía
cada encuentro en un halo de misterio mezclado con la sibilina provocación de
quién busca concluir una idea a medida de su conveniencia.
Eligio
no podía sospechar las segundas intenciones escondidas en la petición de cita
por parte de Adela. Cayó en su tela de araña y se perdió en el minué que
marcaban unos pies de los que nadie, en principio, sospecharía la carga acumulada
de segundas y hasta terceras intenciones en ellos prendidas.
Adela
raramente actuaba sin una segunda intención. Sobornos y conspiraciones para
alcanzar su meta, la que en el momento estuviera en su mente.
Cuando
Eligio presentó a Adela a su madre, esta, en un aparte le dijo convencida de
que su instinto no la engañaba:
—¿No
irás a creer en serio que no lleva segundas intenciones?
—¡Madre!
¡Por favor!
—Avisado
quedas. Tú verás.
Eligio
de natural confiado, confiable y bien intencionado no veía lo que a su madre se
le presentaba con la clarividencia del estallido de una bomba atómica…
La
verdad era que cada oferta ofrecida por Adela ocultaba una segunda intención, y
cada promesa, una traición. Pero solo el tiempo, y no los consejos, traen a la
luz lo que se ocultó en favor de quien es incapaz de actuar, aunque sea por una
vez en la vida con lealtad.
Adela
una vez hubo amarrado a Eligio, sometido este a voluntad de la primera y
puestos a nombre de la arpía todos sus bienes, le dio la patada y se fugó con
un vendedor de aspiradoras a la Patagonia donde el expendedor se libró del
destino aspiratorio por razón de la materia. ¡A ver quién coños necesitaba una
aspiradora en semejante confín!
Eladio
se quedó criando a sus cuatro churumbeles y rezando para que cada uno de ellos
viviera y actuara con la única intención de quedarse siempre en el primero de
los propósitos, que las segundas intenciones, bien lo sabía él ahora, no eran
ni medio recomendables.
A partir de aquel entonces cada vez que alguna mujer irrumpía en su vida y profería un:
—«Te quiero» ...
Eligio preguntaba:
—«¿Para qué?
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