VENENO

De su último viaje a Guatemala había traído una iguana en la esperanza de que se adaptara a un clima mesetario poco o nada parecido al tropical de su procedencia. A simple vista, aunque su aspecto no resultaba nada atractivo podría pasar por inofensiva. Su cuerpo escamoso y su sangre fría. Es vegetariana lo que no complica demasiado poder alimentarla. Trepadora y dormilona.

 

Guido llegó a su casa en el número 29 de la calle Bosque Verde, 5º, Iz …un portal que conoció tiempos imperiosos que acabaron transmutándose en un edificio venido a menos, acumulando desperfectos del tiempo hacinado que solo trae arrugas y averías, no solo al cuerpo, sino a todo lo que conforma el escenario de la vida.

Dalmacia andaba a sus cosas en la cocina; medio sorda no escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. Guido lanzó una llamada a sabiendas de su sordera para no asustarla.

—¡Dalmacia! ¡He llegado!

Dalmacia con sus noventa kilos acumulados y sus andares ondulantes sale de la cocina y ve a Guido al final del pasillo cargado con sus bártulos.




—Espere señorito que lo ayudo a desempaquetar. ¡Madre del amor hermoso que cargamento trae usted! Parece que viniera de alguna guerra perdida.

Guido con la precaución de no asustar a Dalmacia abre su mochila de la que primero con timidez asoma una cabeza, y acto seguido todo un cuerpo lleno de escamas con su cola y su cresta…

—¡Ayyyyyyyyyyyyyyy! Pero ¿Eso qué es lo qué es? ¡Ay, dios, ay dios, ay dios!…

Dalmacia quiere correr a refugiarse en sus dominios, pero el susto la ha dejado pegada al suelo y no consigue mover un pie.

—No te asustes mujer, es inofensiva.

—Pues perdone usté señorito, pero por la pinta que tiene el bicho no parece que sea muy bonachón…si quiere que le diga…Una cosa le digo, yo, con ese bicho en casa me largo a la mía y aquí no pongo más un pie.




—De verdad que no tienes nada que temer. Admito que no es un animal bonito, pero te repito que no es peligroso.

—Ya, ya…por si las moscas yo me curo en salud…

Y cazar moscas cazaba, mucho vegetarianismo, pero la iguana cazaba al vuelo todo insecto volador atrevido a pulular por la estancia.

Guido consiguió convencer a Dalmacia prometiéndole que mientras ella estuviera faenando por la casa el «bicho» estaría encerrado en la urna adquirida con el objeto de que cumpliera la misión de poner a descansar en su interior al mal aceptado reptil.

Cuando Dalmacia entraba al cuarto de Guido cubría el arca de cristal con una sábana:

—«¡Qué bicho más feo, me cagüen t’ó! Digo yo que igual un perro, un loro, no sé…¡Un loro! ¡Eso sí que alegraría la casa! …pero «esto». Gustos de señoritos, ya se sabe.

Cuando Dalmacia acabadas sus tareas colgaba el delantal se ponía su chaqueta de rayas deslucidas, agarraba el bolso de plástico recomido por las asas de tanto camino hecho durante años, Guido liberaba a la iguana, esta, recobrada la libertad parecía bailar por toda la casa trepando muebles y paredes, cazando mosquitos, moscas, hormigas voladoras…disfrutando como si supiera que esa libertad era prestada y caduca.

Dalmacia por esas cosas casuales o causales prende la televisión, tira sus malgastados zapatos al aire, se derrenga sobre el carcomido sofá con la intención de descansar un rato antes de la hora de cenar. En esos momentos se emite un programa sobre reptiles tropicales:

—«Recientes descubrimientos han mostrado que las iguanas, junto a otras especies popularmente tomadas como mascotas, son venenosas».

—¡Ni loca vuelvo yo a esa casa!

Agarra el teléfono, marca el número de la casa de la calle Bosque Verde, 29…y, de inmediato, cuelga el aparato.

A la mañana siguiente cruza el portal del 29 hacia el 5º izquierda.

—Buenos días, Domi, ¿Ha salido ya mi señorito? —Pregunta al portero.

—Hace rato que me saludó levantando la mano como es su costumbre: ¡Qué tengas un buen día Domi!  Me dijo, y enfiló calle arriba.

—Gracias, Domi. Hasta más ver.

Dalmacia entra a la casa con la intención de llevar a cabo lo planeado en su cabeza en la extensión de toda una noche de insomnio. Va derecha al dormitorio de Guido. Abre la urna donde el bicho parece adormilado, circunstancia que le concede la ventaja de refugiarse en la cocina echando tras entrar en ella el pestillo. Una vez allí, espera, espera a que aquel demonio verde se dirija hacia el balcón abierto y tenga a bien fugarse para nunca más volver.

La iguana viendo abierta la puerta de su celda a hora desacostumbrada debió pensar que todo el monte es orégano y se lanzó a la aventura. Su natural de principio pacífico dio paso a una furia controlada que poco a poco fue transformándose en vendaval. Cruzó el pasillo hasta llegar al salón y descubrir el ventanal abierto. Una vez alcanzado, reptó hacia abajo y se lanzó a corretear por las aceras a la búsqueda de algo que llevarse al gaznate. Encontró fácil la presa adormecida sentada en un banco de la plaza con el periódico de la mañana medio caído sobre la pechera.

—«Una iguana suelta, escapada al parecer del 29 de la calle Bosque Verde según apuntan las primeras hipótesis policiales, ha causado la muerte de un octogenario en el parque de la Buena Dicha y picaduras a unas veinte personas más. Por el momento no se conocen más datos que arrojen luz a este triste suceso. Seguiremos informando».

Dalmacia apaga la caja tonta, se prepara un café, prende la radio que en ese momento emite —casualidades del destino—: ‘Veneno en la piel’ de Radio Futura:

«Dicen que tienes veneno en la piel

Y es que estás hecha de plástico fino

Dicen que tienes un tacto divino

Y quien te toca se queda con él»…

Enfila para su cuarto canturreando…

¡Mañana será otro día!



















Comentarios

  1. Con lo bien que estaba la iguana en su hábitat natural, pobrecilla.

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    1. Los animales «irracionales» a los que llaman humanos que no saben respetar la naturaleza.

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    2. La canción final, el broche definitivo... ;)
      Marta

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    3. Había que cerrarlo con todos los honores. Gracias.

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