UN PALACIO EN MEDIO DE UN LAGO
Comenzó el traslado de infantes
a las estancias de los primeros pisos; cuando ya solo quedaban libres los
superiores, el problema de los socavones en el tejado tomó forma, a pesar de
que las lluvias no habían comenzado, los agujeros permitían el paso hacia las
habitaciones de todo tipo de aves, incluso reptiles que, cual Rajás, se
acomodaban en los aposentos e incluso instalaban allí sus nidos.
Las madres podían visitarlos
una vez al mes; no estaba permitido el acceso al interior por miedo a un
posible contagio, poco creíble hasta el momento porque como ya se ha dicho solo
afectaba a los infantes, por lo que se construyeron unas pasarelas desde donde
y a través del cristal, las sufridas madres podían saludar a sus vástagos.
El conjunto de todas estas
anomalías provocaba en los niños un estado de inquietud permanente en los que
el miedo y la ansiedad se sumaban a su precario estado de salud, haciendo causa
perdida una recuperación de por sí difícil.
El consistorio seguía sin intervenir
para poner remedio a la situación. Ante tal dejación, un grupo de muchachos
comenzó a organizarse. Burlando la vigilancia a la que estaban sometidos se
dedicaron a la tarea de buscar otra ubicación que les permitiera vivir, que les
ayudara a superar aquella etapa otorgada en suerte.
Caída la tarde, con las últimas
luces, se descolgaron hacia el patio trasero ausente de toda guardia, un
descuido por parte de los cancerberos que no tuvieron en cuenta este lugar.
Entre la vegetación que había ido creciendo gracias a la ausencia de todo paso
por aquel lugar, medio se adivinaba lo que en otro tiempo debió ser un sendero con plantas que sobrepasaban la estatura de los diletantes exploradores, el
camino los conduciría a un escenario plateado que conformaba el lago ahora extendido
a sus pies. Todo grupo que se precie tiene su héroe y su villano. Se acercaron
con cautela, el héroe poniendo su pie dentro del agua, el villano, intentando
retroceder y conseguir que el grupo le siguiera. A pocos metros un reflejo
indefinido emitía su reflejo en el agua. Podía ser cualquier cosa, desde un
barco hundido con su proa apuntando al cielo, hasta un animal, una placa de
hielo…un…una…
—La única forma de llegar es
nadando. —Dijo el héroe.
—Ni locos entramos
ahí…—Exclamó el resto.
Nuestro aprendiz de héroe se
lanzó sobre el lecho plateado, alcanzó lo que desde la orilla era una sombra.
Lo que allí perdía su anonimato para revelar su esencia era un palacio
construido por quien sabe quién ni con qué fin. Entorno a estas edificaciones
se multiplican las historias fantásticas, casi siempre protagonizadas por
princesas que, enamoradas de un pretendiente no aceptado por el clan familiar,
eran encerradas de por vida en la fortificación…Esa y otras muchas historias
pudieran ser ciertas o no…para el presente caso este hecho no tiene relevancia.
Entró nadando por una de sus ventanas. La maravilla fue que, al cruzar el dintel, el interior aparecía iluminado, el mobiliario exquisito, los suelos alfombrados, las habitaciones vestidas como las de un rey…se encaminó a una de las ventanas, por señas y a gritos llamó al resto del grupo:
—«¡Venid! ¡No tengáis miedo!».
A regañadientes puesto que el
villano acezaba para abortar la iniciativa, el grupo, poco a poco fue
lanzándose al agua…Dentro del palacio no daban crédito a lo que sus ojos veían…
—Tenemos que regresar. Hay que
organizarse y convencer al resto de los muchachos, si lo conseguimos, nos
mudaremos aquí. —Anunció el héroe.
La vuelta al castillo llenó de
silencio el camino. Una vez en las habitaciones sin que los carceleros se
hubieran apercibido de su falta, cada uno ocupó su cama hasta que al alba
pudieran reunirse sin la vigilancia a la que eran sometidos y proporcionar la
información al resto.
Reunidos a la hora en que sus
guardianes dormitaban después de la comida, el héroe, explicó el plan a los
demás. Unos de acuerdo, otros temerosos, muchas dudas, pero al final hubo
consenso y planearon la huida para la noche del trece de septiembre en que la
luna llena iluminaría el camino hasta el lago.
Obviaremos los detalles de cómo
lograron escapar del castillo hasta llegar sorteando obstáculos al lago. Puede
que no sean cosas sin importancia, pero no son necesarias para relatar lo
sustancioso de la situación de un grupo de apestados para una sociedad
ignorante que los apartaba sin siquiera saber cuál era el motivo para llevar a
cabo tal distanciamiento, condenando a un grupo de muchachos a enfrentar otros
mundos cuando apenas habían aprendido a moverse en el que les era conocido.
Una vez llegados a la orilla
del lago se lanzaron al agua sin convicción, con el deseo de que un futuro
incierto fuera mejor que el que dejaban atrás. Dentro del palacio se
distribuyeron por las habitaciones entre risas y exclamaciones de júbilo. No
podían creer que un sitio tan mágico pudiera ser a partir de aquel momento su
morada. El palacio sumergido era un
hábitat inmejorable. Los niños recuperaron su salud, no existía la enfermedad,
la muerte, el odio, el aburrimiento…
En noches de luna llena hay quién asegura escuchar los cánticos de un grupo infantil elevándose junto al
palacio que emerge proyectando su luz sobre el bosque, de este, hasta el
castillo, cubierto por entero gracias a un manto de enredaderas.
Cuando la luna plena de luz
asoma, las madres que otrora se aupaban a una pasarela, visitan ahora a sus
hijos, felices, desde las estrellas. Un archipiélago de islas inexploradas
donde desde entonces reina la paz.
Fin de toda intromisión.
Tonalidades lúgubre, en el relato. Muy bueno.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus comentarios. ¡Saludos!
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