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FIESTAS

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Iba y venía de un lado a otro, cabizbajo, sin propósito de lugar en el que detenerse, pensando, dando vueltas a la que se avecinaba. En el envés de la esquina, la banda ensayaba su monótono y reaccionario repertorio esperando en sordina. Humberto —Ube, para los amigos—, escucha en la penumbra mientras atiza la lumbre que calienta el puchero de barro, en el que bailan unos garbanzos desgarbados, a la espera de un acto imprevisible por el cual se les unan condimentos que, conjuren con ellos un plato medio comestible. —¡Eh! ¡Chacho! —Un grito desde el portón le saca de su ensimismamiento. —¡Joder, qué susto! ¿no puedes llamar como cualquier ser de este mundo? —Por poco te asustas, Ube. ¿Qué? ¿Cómo va el cocido? —Si a cuatro garbanzos bailones le llamas cocido... ¿Has venido ‘p’a’ hablar de mis garbanzos? —No hombre, ¡claro qué no! Es por iniciar conversación, una forma como cualquier otra. He venido ‘p’a’ recordarte que queda menos y ‘n’a’ ‘p’a’ las fiestas y, a pregunta

DONDE MENOS TE LO ESPERAS

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Había trasladado sus huesos hacía más de veinte años a aquella isla hasta ese momento poco explotada. Cuando llegó, el islote era un auténtico paraíso de apenas cuatro chozas mal hilvanadas. El tiempo, esa buena meretriz, fue corrompiendo el espacio con la llegada de huéspedes que, poco o nada albergaban en cuanto a paz pudiera corresponder. Los autóctonos, rubios, altos, fuertes…practicantes a rajatabla de una endogamia impuesta por las circunstancias del hábitat y la imposibilidad de contacto con otros posibles grupos de cuya existencia no tenían ni la más remota noticia…hasta que un buen día vino a varar en una de sus orillas un velero ocupado por tres navegantes morenos de piel y pelo. La antropofagia seña de identidad de una parte de la tribu tubo la incruenta consecuencia biológica de dar con una mezcla de casta en la que se mezclaban el color de la piel, del pelo…toda una nueva fisonomía que desconcertó a aquel grupo intranquilamente feliz que fue en el pasado.

MUÑECAS

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Siete hermanos. Seis chicas y él. Cada navidad alrededor del árbol se amontonaban vistosas cajas con lazos, regalos y más regalos sobre los que se abalanzaban sin piedad, rompiendo lazos y papel que crujía bajo las manos del descontrol. En cada caja una etiqueta con el nombre del destinatario. Sin sorpresas: cada hermana recibía su correspondiente muñeca. Él, un tanque de guerra, un camión, una pelota…nada nuevo, siempre los mismos artefactos horribles. Entretanto, guardaba el absurdo deseo mientras rasgaba el envoltorio: «Esta vez será una muñeca». No, a sus padres jamás se les hubiera pasado por la cabeza que, en el hueco más recóndito de su querido hijo, heredero del emporio que en día creó su tatarabuelo, soñara con muñecas. Lo hacía, ¡vaya si lo hacía! Veía a sus hermanas, envidiaba sus posesiones. Quería disfrutar de lo que a ellas por género, tradición o leyes no escritas les era asignado. Solo su hermana Olivia percibía este deseo en él. —Toma, te cambio mi muñeca por t

DREAMS

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Según Homero los Oniros (sueños), vivían en las oscuras playas del extremo occidental del Océano, en una caverna del Érebo. Los dioses les enviaban sueños a los mortales desde una de las dos puertas allí situadas: los sueños auténticos surgían de una puerta hecha de cuerno, mientras que los sueños falsos se abrían paso desde una puerta hecha de marfil. De la tierra surgía un ser; a su vez, de éste brotaba una figura femenina. Un campo sembrado de criaturas desconocidas. «La noche trabaja en campos que el ojo humano no puede comprender», parecía decir una voz colándose por entre los hilos que afloraban a su alrededor tejiendo madejas de compactos nudos. El altavoz gritó su nombre una, dos, tres veces…el vecino de asiento tocó con timidez su brazo: —¿Es usted P.P.? —Pregunta. —¿Y usted? ¿Quién es? —Creo que se ha quedado dormida. Solo quedamos los dos en la sala por lo que supongo que el nombre anunciado debe ser el suyo. Atrapada en la más agobiante normalidad

ARCOÍRIS

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El pollo caminó lentamente a la librería. Al fondo un arcoíris en blanco y negro se alzaba entre los edificios, proporcionándoles una sombra plateada a la que sucedió un nuevo arcoíris supernumerario; raro de ver en aquellas latitudes fue pasando por diversas formas hasta llegar a formar un arco rojo. El sol cerca del horizonte proyectó una curva de fuego; en su interior, todo un extenso abanico de colores. Cada rayo de sol atravesó como un proyectil su correspondiente gota de agua, sacando a relucir todos los insospechados y secretos colores que habitan en sus entrañas. Desde Machu Pichu a las Cataratas Victoria, pasando por las Montañas Rocosas de Canadá, el Parque Nacional del Valle de las Flores en la India, hasta llegar al Monte Fuji en Japón. Multitud de arcoíris explosionando ante un universo perplejo que, cada lustro, ve desaparecer alguna de las maravillas creadas a través de millones de años. El pollo sin cabeza, desplumado, andaba por entre los estantes cu

¿MITO O REALIDAD?

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Llevaba tiempo sospechando que aquello de la normalidad que tanto se predicaba como si se tratase de una vacuna contra todos los males, no encajaba con su personalidad o forma de ver el mundo. Era un ser innormal; lo contrario tenía para su yo un dechado de vulgaridad y aburrimiento insoportables. Según la RAE el significado de «normal» es: Habitual u ordinario. En este caso, al menos, se ajusta de pleno a la realidad. —Valeria tiene un novio normal. —Comentó su amiga. —¡Uf! ¡Qué susto! —Contestó el yo. —¿Susto? ¿Por qué? —Normal es sinónimo de vulgar, aburrido, corriente, común, usual…está claro que Valeria jamás habría buscado un novio innormal . Ella también es normal. —Y tú ¿Cómo eres, tú? —He luchado desde que tengo un uso irrazonablemente «normal» por no serlo. Soy innormal por incapacidad. Anormal por lo infrecuente de mi esencia. Disnormal por oposición a lo que el mundo considera que debe ser «lo normal» en el comportamiento que, acompaña todos los gestos d

SABER PERDER

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Hay quién nace martillo y quién clavo. A ciencia cierta no se sabe muy bien el porqué de que a uno le adjunten una de estas dos cualidades, o peor, vengan impuestas por algún gen con mala baba. En la algarabía que invadió la casa el día de su nacimiento su abuela sentenció, sabido es del poder profetizante y en ocasiones certero de las abuelas: —«Será rey». Entendido es que no por linaje ni herencia, sino por la suerte que la grandmother asignaba desde un criterio cuando menos dudoso. A los llantos que amenizaban la casa, siguieron las carreras y ruidos encaminando a aquel ser hacia la adultez. Y sí, acertó la abuela: fue el rey del ego. Soberbia aplicada por los círculos donde desparramaba a través de una sonrisa bobalicona todo su cinismo. Altivo y endiosado era el soberano de la arrogancia. Acumulaba todos los adjetivos, sinónimos y derivados de la inmodestia. Con todas estas «cualidades», imprescindibles para conseguir el fin propuesto, logró meter la cabeza en el grupúsc

SOSPECHOSOS

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—¿Lo cuento o no lo cuento en Twitter? —Mejor no. ¿Igual en Instagram? —Tampoco. Esta máquina del tiempo que me ha hecho tomar tierra en la era de la imbecilidad no me está gustando un pelo... Ahora, ¿Cómo regreso a mi estado natural?... A mi espalda, mil voces claman a coro que ha llegado una «nueva normalidad». Sospecho una vez más que nos toman el pelo; o yo no soy capaz de digerir el significado de «nueva» y «normalidad». ¿Qué puede tener de nuevo que tu vecino te espíe como lo ha hecho siempre, ahora sin disimulo, desde el balcón, simulando que mira al horizonte perdido, mientras aparenta filosofar platónicamente agarrado al teclado, contando sus fábulas en todas las redes —las tiene todas— sobre ti, sobre la del tercero, la del quinto, la del segundo… ¿Qué tiene esto de nuevo? ¿Y de normalidad? Si para algo sirve esta nueva, o vieja, o manoseada, vapuleada era, es para demostrar que el mal llamado género humano no cambia, que solo los escenarios, los cortinajes, ca

VENTANAS

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El silencio se entrena para la maratón organizada tras la ventana. Una maratón que gana al tiempo, al espacio, al ser; rendido ante la omnipresencia de su mordaza. Silencio. Silencio tras la ventana. Una mosca pegada al cristal como una lapa se mira sin reconocerse: silencio. Las hormigas del pretérito no salen de sus escondrijos: silencio. Flores marchitas en las ventanas a falta de una primavera que las auxilie: silencio. El muro de hormigón frente a la ventana grita su silencio y, cierra un espacio otrora abierto a un mudo y deshabitado campo. Detrás de mi ventana: silencio.