REFLEXIONES HELEONIANAS 2.0

Paseando esta mañana, escuchando a los Rolling: «Like A Rolling Stone», no sé, por esas cosas de las sinergias o por la causa de vete tú a saber, han venido a mi cabeza las redes sociales.

De cómo han cambiado nuestra vida, nuestra forma de relacionarnos, nuestras rutinas cotidianas en las que cada mañana, mientras preparamos el café vamos encendiendo el día.

Donde nos encontramos con perfectos desconocidos, con los que interactuamos y nos contamos la vida, pequeñas parcelas compartidas en las que entre chascarrillo y broma vamos recorriendo el camino, acompañados de forma virtual (estoy empezando a odiar la palabreja, trataré de encontrar acepciones que me la hagan simpática) no por la palabra que, de nada es culpable y, sí por lo que significa: el no contacto personal.

Yo, tan terrenal como soy, amante del contacto, de la conversación, me cuesta hacerme a esto de: «te escribo me contestas...o me ignoras por completo» … ¡eso sí que es frustrante!

En conversación con amigos uno de estos días pasados, recordábamos aquello que se llamaba: «Cartas», me refiero a cartas escritas en papel, a como quienes teníamos novio, novia, hermano, padres…con los que el único contacto posible era a través de este medio. Precioso esperar al cartero (no os quiero contar si eso lo trasladamos a zona rural, dónde conocías a este señor y le preguntabas —temiendo una respuesta negativa— si tenía algo para ti).

Ese noviete olvidadizo…ese recibir de golpe tres misivas de una vez…  las felicitaciones de navidad, cumpleaños, santos...

Ahora no, ahora: no lo vi (mentira), me quedé sin megas (mentira)…me…me… mí, me conmigo...

Quería centrarme en lo positivo: ¡conoces mundo!

Amplias tu geografía desde el sillón de casa… ¡qué cosa! 

Estudias «on-line» (bonita palabra), en cualquier Universidad del mundo mundial.

Estableces contacto con personas que viven en las antípodas y, que de otra forma sería imposible; una realidad presente gracias a las nuevas tecnologías.

Todo esto me gusta, me gusta mucho, me divierte esta interrelación puramente virtual, he encontrado una acepción de esta palabra que me encanta:

«Con propiedad para producir un efecto, aunque no lo produzca» o esta otra: «Mediante la realidad virtual uno puede vivir aventuras en mundos fantásticos».

Pues la propiedad intrínseca a veces no se da y, puestos a explorar el porqué, seguro que tiene que ver con quién recibe la virtualidad… ¡Ay!

 

¡Esos abrazos, besos, buenos deseos virtuales! ¿Cómo van a producir efecto? Sientan bien los buenos deseos, no lo vamos a negar, pero el contacto es, el contacto, qué queréis, una que es así de rara.

Todavía habrá quien me tache de reaccionaria…no lo puedo evitar, encuentro muchas ventajas a esta era digital pero también tiene sus catástrofes, a saber:

WhatsApp, cualidades: la de poder hablar, comunicarte sin gastos monetarios adicionales.

Tiene a mi modo de ver uno de los peores defectos: la alienación, invita al más puro abandono de la escritura, convirtiendo a sus usuarios en la mayoría de los casos en rebaño.

No puedo con sus caricaturas, ordinarias algunas, imbéciles otras, llevando al personal por el camino del olvido a lo que un día aprendieron, las primeras lecciones de colegio, las más bonitas: lectura y escritura.

Botones en Face que, para mí significan: «me importa un pepino, le doy al botoncito y quedo como dios», ¡pues no.…no.…no! si no contestas con una simple palabra, una frase corta… ¡no sirve!

Ya me he dado cuenta de tu falta de interés mal disimulada.

Que todo progreso bien utilizado y en favor de la humanidad: ¡bienvenido! siempre que no sea o se convierta en borreguerizar al personal.

 

¡Que a gusto me he quedado!

 



















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