SIN ADITIVOS

Nada como arribar en un caleidoscopio con la percepción desconocedora del arcoíris.

En blanco y negro cualquier escena, cara o situación, mejora. Es como si este binomio fuera capaz —de hecho, lo es— de ocultar defectos mejorando para la situación que corresponda el resultado que se persigue. Además, a este enfoque puede añadírsele otro no menos interesante: el de las personas agua; a saber, reúnen las cualidades de este mágico líquido que, si bien en el fluido son un bien, en cualquier individuo adornado por esta cualidad  convierte al mismo en un ser anodino: «incoloro, inodoro e insípido».


Hay quienes pasan la vida buscando a esta clase de sujetos, quizá de forma inconsciente claro, y, es que para según quién, resulta muy cómodo lidiar con mentes lasas que no ofrecen resistencia por razón de la materia de la que está construido su sistema neuronal.


El discurso creado por siglos de unos magos venidos de Grecia a los que se denomina sabios, nos ha llevado por los derroteros de un pensamiento acuoso, haciéndonos creer en ocasiones, que sin la adopción de las doctrinas sabiondas nuestra existencia carecía de valor. ¿Cómo distinguir el color del blanco y negro? ¿De verdad estos sabios eran tales o simples impostores creados por la letra y pluma de algún avispado escritor?


Mientras en el jardín de las delicias Ampelius Argyros de Aristarco está pelando la pava con Eudocia Cleisthenes Dion de Eirene, dejando caer, así como quien no quiere ni sí ni no…una serie de parabienes al objeto de que la muchacha acepte su proposición un tanto novelesca de tenerlo como pretendiente, Eudocia con la cabeza gacha, gesto que Ampelius interpreta como señal de docilidad, en realidad está tomando buena nota de las sandalias del hipotético amante.






A continuación, un grito de terror inunda el edén y deja a Ampelius, más, si cabe, en su cualidad de líquido transparente. Eudocia, no ha podido reprimir su ataque de cacofobia ante aquellos pies y sus respectivos atuendos.

Ahí termina antes de que pudiera empezar, un idilio que, si ya resultaba improbable en los inicios, se convirtió en imposible por culpa de unos malditos aditivos.

La cosa tampoco hubiera mejorado si el desdichado Ampelius hubiera ido descalzo. Con aquellos atributos hechos para caminar, el grito de Eudocia se hubiera escuchado en Constantinopla.

El mundo sin aditivos sabe mejor.





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Comentarios

  1. Me apunto el concepto "personas agua", junto a "indigente intelectual" ;)

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    1. He de decirte que con los "indigentes intelectuales" he creado escuela, al parecer es un concepto que gusta. Gracias por comentar, ¡Saludos!

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  2. Al margen del buen texto, tardaré días en quitarme de la cabeza esos pies maltratados de uñas con onicomicosis.

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    1. Es fácil: piensa en algo maravilloso, superfragilisticoespidialidoso como es el término «política» y esos pies te resultarán maravillosos...
      Gracias por tus comentarios, David. ¡Saludos!

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