RIENDA SUELTA
Hay una puerta al final del
pasillo. Hay una luz que ilumina la salida a tomar para dar rienda suelta a la
imaginación.
Hay imaginación detrás de la
puerta que se abre a nuevos universos, universos donde dar rienda suelta al
poder de la creatividad.
No existe imaginación donde no
puedan crearse todas las ideas incluidas en el contenedor inmenso del ser.
Recorría aquella ruta dos,
tres, cuatro, cinco… veces al año. En cada parada de hotel un nuevo y
misterioso acompañante esperaba, camuflado detrás de una cortina de vapor que ascendía de la copa tras la que se ocultaba el presunto amante que en breve sería
devorado por la inminente, atormentada geisha de la prisa, de la precipitación,
del ansia no satisfecha, con la urgencia de llegar a la próxima parada donde de
nuevo la historia no sería nueva sino una más de tantas, repetida.
En un frasco adherido y
camuflado junto al declive que formaban la clavícula y el esternón, guardaba un
diminuto frasquito, plano, con una incrustación verde en la que solo con la
ayuda de una lupa podía leerse: poison. A
simple vista su reducido tamaño podría muy bien pasar por un simple colgante,
despejando así sospechas, a la vez que otorgaba a su dueña libertad absoluta de
uso.
A una señal consistente en una
mirada acompañada de la caída de uno de los tirantes de los que suspendía un mínimo
vestido, el que siempre la acompañaba cuando se disponía a ejecutar su cruel papel
de engullidora de unos seres que merecían todo el odio concentrado por siglos
de historia en los más oscuros recovecos creados por entrenados ejércitos de la
misoginia.
Un nuevo hotel. Otra cuenta
saldada.
En la mazmorra convertida
ahora en su nuevo «hotel» por obra y gracia de un paso dado al revés, comparte
espacio con el grupo que adoptó hasta sus andares al poco de aterrizar entre
aquellos desconchados diques de contención, amorales, retorcidos, propagadores
de la más insolente desafección, sin dirección, sin destino determinado.
Solo bajo la batuta de su
creatividad han confeccionado un cartel que han colgado en la entrada:
En noches sin luna donde los
lobos duermen, Holly, enroscada entre los muslos de la cancerbera descuelga el
colgante de su cuello y mientras frota su torso contra el prominente abdomen de
la celadora, deja derramarse gota a gota el líquido del frasquito en el sexo de
su opresora, mientras, con el índice y el corazón ayuda a que el recorrido sea
eficazmente rápido.
…Y volvió a la calle, y volvió
a recorrer la carretera de la vida, descansando en cada hotel del camino…dando
rienda suelta a su mágico líquido…
«Holly
llegó de Miami Florida
Se
atravesó todo E.E.U.U a dedo
Se
depiló las cejas en el camino
Se
afeitó las piernas y entonces se hizo ella
Y
dice, hey bebe, date una vuelta por el lado salvaje
Dice,
hey dulce, date una vuelta por el lado salvaje».
— Lou Reed - Walk On The Wild Side—
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