LAS ARISTAS DE LA GEOMETRÍA
Aquella vieja bicicleta había trasportado su cuerpo durante años; hasta que sin previo aviso llegó el día en el que se rebeló contra todo lo establecido.
No se sabe que ley hasta el
momento dictaba cual debía ser la forma sin opción a cambio de la máquina en
cuestión. Cuestión esta reaccionaria por demás, dejando de lado todo progreso a
la hora de añadir, quitar o restaurar partes al mecanismo del velocípedo. Fue entonces
que él tomó la decisión de oponer aquel amasijo metálico al tránsito del suelo
duro, inmune a los sentires y, transformando su caduca osamenta mudó la geometría
de lo que hasta entonces había sido su medio de transporte.
Nadie sabe si fue de esa
manera que consiguió llegar a la meta, lo cierto y seguro es que, allí donde se
posaba a contemplar el horizonte, aparecían furtivas miradas creyendo ver en el
artefacto metálico el invento de un loco capaz de trasformar lo que hasta
entonces había sido de clara utilidad en un utensilio cuando menos, peculiar.
De su uso quedaban serias
dudas sobre la practicidad del bicho, mirando sus antiesféricas extremidades
costaba hacerse a la idea de cuál sería el funcionamiento.
Hay que decir en favor del inventor
que, debió ser hombre de ideas reformistas a tenor del imprevisible invento; él, no viviría para verlo, pero el pasar de los tiempos cambió lo redondo por lo
cuadrado y nos fuimos todos al carajo, de lo rectangular a lo poliédrico, sorteando
ángulos, triángulos y círculos que no encontraban un final.
El final es un ángulo con
posibles lados cambiantes hacia una eterna espiral. No se ha inventado un sistema
de pedaleo para salir del bucle.
Comentarios
Publicar un comentario
Soy toda "oídos". Compartir es vivir.