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UNO DE NOVIEMBRE

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Se acercaba el uno de noviembre con sus celebraciones mortuorias. Le gustaban los cementerios. Al contrario de otras gentes que visitaban a sus muertos una vez al año, él, acudía a diario. Se acicalaba como si fuera al estreno de una ópera en el Real. Salía de casa, tomaba un autobús hasta la parada de metro y, de ahí, al camposanto. En el trayecto no pensaba, escuchaba música, evadido de todo lo que le rodeaba sin sospechar que algo pudiera alterar la rutina llevada a cabo desde hacía años. La sorpresa le agarró por detrás al llegar al mausoleo: la piedra que cubría el foso había aterrizado contra el suelo. Estaba acudiendo a su última obra. Era su representación definitiva. Abrió los ojos a la negrura que ocupaba todo su espacio. En un suspiro final supo que no volvería a tomar el autobús.                    

SERENO

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Las tres de la mañana. Como siempre o como al menos últimamente venía dándose, se despertaba de repente…los ojos como platos, imposible volver a retomar el sueño.   Vagaba por la casa…iba al baño…miraba el whatsapp …se volvía y revolvía en la cama…nada… ¡Las seis de la mañana! Y, serena…serena no… ¡histérica! En una hora con el ojo puesto, en el puesto del puesto, —qué   ironía— la esperaba … Con su mejor sonrisa atendía a un público perdido en salas en las que trataban de encontrar respuesta a una vida vacía…nada…siempre la nada... —Ella: nada… —Ellos: nada... Todo orquestado como en una perversa obra de teatro donde los personajes interpretan de mala manera su papel. Y, nada cambia, y todo involuciona para seguir igual… idas y venidas hacia ninguna parte…cruces de caminos que llevan a la desesperanza de un «noporvenir»… entre espadas y sonrisas, simulando un encauzamiento irreal de lo circundante … Aves de paso, aves de rapiña, aves ávidas de un poder inmundo…seguimos,

A QUIEN CORRESPONDA

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En esto de las esperas no está todo escrito. No lo está porque queda mi testimonio sobre un asunto que nos complica la vida, nos resta energía diaria sobre todo y por todo en ciudades grandes o inhabitadas de cordura. Queda inhabitado o inhabilitado el poder para trastornar cualquier mente medianamente sana… ¡Qué semanita! —esto me recuerda el título de algo que en el presente se me escapa—. Horas de espera en salas de hospital, deberían llamarse DESESPERAS del verbo desesperarse sin anestesia ni nada. Así ha ido la semana de desespera en desespera total, y, para nada, porque para cuándo quiera ver los resultados mi médico o me he salvado o he sucumbido a la sombra. Luego vienen las otras, las otras desesperas, esas que la administración de este país sabe maquillar —a lo choni— de cosa útil y necesaria…¡mis cojones! ¡Necesaria y útil! Entre inclemencias mortales y coyunturales —por no añadir las del tiempo meteorológico— igual me da por aprender algo de eso que en tiempos se denom

EL SOL SALE POR EL OESTE

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Llega un olor que transporta a eras repletas de cereales. Trajinar de agricultores en un tiempo sin máquinas, donde todo se lleva a cabo de forma manual. Un tiempo que no pasa, vive en los sueños. Primos con los que contactar en esa época estival…venidos de la ciudad —la que ella soñaba alcanzar— « la gran aventura por vivir». Sueño de vida, llena de emociones, lejos del ambiente local donde crecía. Las bicicletas, los interminables juegos de sol a sol… trepando por las montañas de costales de trigo hasta alcanzar la cima, o hacer caer uno tras otro los sacos con la consiguiente reprimenda —si llegaba a enterarse sobre la autoría— del dueño de la pira. Las charcas, las ranas…los baños en las albercas. Toda una promesa de que el mundo era infinito y nosotros inmortales. Sueños de verano, sueños que en el atardecer tomaron un color sepia, guardados en hermética caja, reposando de una vida que mudó en otras aventuras. Sueños añorados. Se volatilizaron al chocar con la realidad, q

AGOSTANDO

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Es curioso que el verbo «agostar» signifique: «marchitar, hacer que algo se extinga»; «pastar el ganado en rastrojeras o en dehesas durante el verano»: el rebaño está agostando. El «rebaño» comienza a hacer planes el uno de enero para el resto del año. —¡«Este año me voy a la playa»! a una desierta, sin mujer, suegra, hijos… ¡Y una mierda! …cada mañana bostezando esperas el metro. El andén se va llenando hasta no dejar hueco libre…llega el tren, las puertas se abren, no cabe un alfiler, intentas colocarte sin morir en el empeño. —Piensas: ¿«para esto me he duchado»?...cada vez que el tren hace su parada, en cada estación, nuevos recolocamientos, nuevos semblantes de susto, nuevas caras asombradas, adormiladas, sedientas de una paz imposible de alcanzar   en esta selva. Así, durante trescientos cuarenta días —más o menos— sigues contando los días que faltan para que aparezca ese agosto redentor…¿redentor? ¡No!   En absoluto…solo cambias la selva, la lucha y, las peleas siguen si

CREDO

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Creo en Facebook Todopoderoso , creador de escuelas para tontos. Creo en Twitter , su hijo, señor de sanatorios mentales que, fue concebido por obra del cerebro que se «forra» a costa de la alienación de mil y una tribus. Este actor no padeció bajo el poder de Pilato alguno. Ancho era su reino. Si en alguna ocasión accidental fue sepultado, resucitó entre trompetas y, sigue sentado y asentado a la derecha del ojo que todo lo ve. Desde allí juzga a vivos, moribundos y catárticos. No creo en el perdón de todos los pecados cometidos a través de estos cauces. No hay comunión ni resurrección posible, ni mucho menos vida eterna para estas legiones. El juicio aquí es común, diario, sin final; con presencia y representación absolutas sobre lo que dicta la doctrina cristiana en los siete pecados capitales. Seguidora de las leyes de la iglesia no soy. Traigo esta relación a cuento —o a cuenta— de explicar todos los vicios —dialécticos, sobre todo— que sufrimos a diario en las bi

EN ALGÚN LUGAR DEL MUNDO

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Nunca le gustó discutir al tío Olegario, pero tenía por vecino de una finca rústica heredada de su abuela a uno de esos tipos que van buscándote las vueltas hasta que por cansancio o aburrimiento te encuentran. Las historias con finales felices ocurren en los cuentos de hadas, y, aun así, existen dudas razonables de que en algunas esto llegue a cumplirse. Amanecía. —Voy a acercarme a la finca —dijo en un susurro a su mujer que dormitaba al otro lado de la cama. —¿Llegarás a tiempo para ayudarme a matar los pollos? —preguntó ella. —De seguro que aquí estaré, no te preocupes mujer. —Contestó de mala gana Olegario. Camino de la finca se cruzó con otro de sus vecinos al que saludó de esa forma que solo las gentes de campo saben descifrar; gritan un ¡eh! a la vez que levantan el brazo como si quisieran tocar el cielo. En ese «¡eh!» va incluida toda una declaración de intenciones, no hace falta añadir ni un punto y coma. Al llegar al borde de su parcela se topó con el «incordia

CAVANDO TUMBAS

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Había pasado toda la noche cavando entre las tumbas. Su único deseo era tirarse de cabeza en la cama y despertar tres días después. Pensó en sus «inquilinos». ¿Qué se siente cuándo se deja de sentir? ¿Qué hay más allá de este lado? imposible saberlo —pensó. Lo más inquietante de todo era sentir que no podía apreciar la ausencia de sensaciones. Su madre no lo entendió jamás. ¿Cómo pudo unirse a ese grupo de mercenarios? Su hijo, aunque un poco introvertido, nunca fue mal chico… —¡Ay! De las malas compañías, de esas están las sepulturas llenas —se dijo. —De todos modos, nadie me echaría de menos… Olía a eternidad. Él, no lo sabría hasta llegar al agujero 12. Ahí tropezó con el camino que lleva a un destino compartido dónde los arrepentimientos están de más. A los pies de un hoyo profundo experimentó una rara sensación. Él, que se creía inmortal, en una de esas deshabitadas tumbas, se sintió igualado con el resto. —Esta podría ser mi nueva casa... ¿Y si no caváramos más tumb

CANADÁ FULL

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Alejandro, acababa de terminar arquitectura con buenas notas. Cursando la carrera asistió a la conferencia de un «refutado-televisivo-moderno-de moda», arquitecto. El tipo parecía salido de la película «El Gran Gatsby», todo repeinadito , reloj de los de cuatro cifras, zapatos italianos…  Una cosa positiva sacó de aquella anodina conferencia: el reconocimiento que puedas lograr adquirir, lo marcará en buena medida, tu destreza a la hora de trazar la raya de tu pelo…Nada baladí esta cuestión; a tener en cuenta por los recién licenciados, sino para añadir a su currículo, sí, al menos, para entender que, hay gente que puede vivir de su imagen como un rajá… Con su recién estrenado diploma se encaminó al temido cometido de: ¿Y ahora qué? Buscar en estudios de arquitectura; contactar con amigos y conocidos que pudieran arrojar algo de luz a esta ingrata tarea. La cosa pintaba peliaguda. A lo largo del doctorado se había planteado la posibilidad de instalarse en otro país. Nada le atab

¡ME HE COMPRADO UN SUJETADOR!

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—¿Cómo dices? —¡Qué me voy a comprar un sujetador! —Pues ha sonado como un: «Mamá me voy a la guerra». Es que, es algo peor, mucho peor. Una experiencia extrasensorial, kafkiana y, casi rayana en lo paranormal. Así empezó un día de tantos en el que ya no pude aplazar más la cuestión. Venía resistiéndome desde hacía tiempo. La situación de mis «sujetatetas», entraba en fase de indigencia total…total, que ahí, con estoicidad manifiesta, me encaminé a… ¿Cómo se llama el establecimiento dónde venden estos «obuses»? ¿ferretería? Nunca se me dio bien la cuestión, pero es que, desde hace un tiempo, la cosa se ha puesto peliaguda, a tal punto que parece necesario un máster en física cuántica —para no morir de fracaso en el intento de dar con la pieza adecuada—. Una vez elegida la tienda en litigio, procedes a la inmersión en un mar de dudas,   —imagino aquí   un biólogo marino buscando a Neptuno—, buscas, miras, remiras: «este no; este tampoco; este menos»…y así, hasta la extenuaci

TURBULENCIAS DEL 68

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En la mañana de aquel mayo del 68 los pájaros cantaron al revés. Pierre se levantó con el ánimo torcido. Desayunó a la carrera, se vistió a contracorriente, —¿Qué más da? —pensó—, total y para lo que me espera igual podría aparecer desnudo. Sumido en sus cavilaciones no había reparado en el reloj de pared, parado en las tres y siete minutos. Continuó yendo y viniendo por la casa, desorientado. Su cabeza era un hervidero de ideas, no conseguía pensar con claridad el siguiente paso que debía dar. Mal vestido se lanzó a la calle: silencio. Desierta, como si la humanidad hubiera desaparecido durante la noche. Sintió un escalofrío que lo dejó parado un instante en medio de ese vacío. Siguió adelante hasta desembocar en una plaza donde se habían concentrado pequeños grupos entre los que sobresalía un cabecilla tratando de convencer con su alegato a los reunidos que, miraban con recelo sin entender muy bien el mensaje de ese fulano del que, en principio, desconfiaban. Se decía en los mentid