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DILETANTES

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¿Y tú? ¿Quién eres? —Preguntó el ingenuo diletante al experimentado monstruo. Las lunas se sucedían como cuadrigas en procesión. Mares de arena; mares de aves; mares de incomprendidas sirenas. —Como si fueras mi sombra; me sigues sin saber por qué ni para qué… ¿Acaso buscas refugio al amparo de mi espectro? Eso, será tu perdición -dijo el monstruo. —Yo, solo quiero bailar —respondió el aprendiz. —¿Sabes? Existen otras playas, otras visiones tras las que perseguir «eso» que no sabes que estás buscando. —El objeto no es el valor. Lo que cotiza al alza es la observación del camino —afirmó el diletante. —Nunca llegarás a nada —replicó el monstruo. —Te equivocas. He encontrado lo que no buscaba: a ti. —Comprendo —asiente el monstruo condescendiente. El mar de plata que avistaron en la lejanía los atrajo, arropándolos entre sus escamas. En el aire quedó suspendido el olor de todo lo incomprendido durante aquel trayecto fagocitador. El significado último de lo inaceptabl

EL TERCER OJO

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                          Cruza la calle como cada mañana. El mismo lugar. La misma hora. Algo ha cambiado en su manido paisaje. Incapaz de sustantivar «aquello», continúa, tratando de esquivarlo. El tercer ojo lo vigila, sigue sus pasos sin darle alcance… Delante de la puerta de la mazmorra que ocupa desde hace dos años, al nivel de la cancela de acceso, siente la fuerza inmovilizadora que le deja petrificado sin redención ante una entrada que ya no cruzará. La musaraña invisible ha desaparecido llevándose su sombra. Es en ese instante cuando determina y reconoce la identidad de la «musaraña»: miedo.           Este relato ha sido seleccionado para: Resultados del VIII Concurso: «Pluma, tinta y papel».   Felicidades amig@ literari@, Su obra ha sido elegida en el VIII Concurso de Microrrelatos: «Pluma, tinta y papel» y formará parte de la antología que llevará el mismo nombre.  

VENERANDA

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La casa de tejado bajo, estrecha fachada, ventanas diminutas, ocupaba un breve espacio en la esquina de la plazuela. A simple vista parecía un cuchitril mal fabricado y, en realidad, eso era. Por todo lujo tenía una cocina con chimenea, un dormitorio y un pasillo que terminaba en un minúsculo corral poblado de trastos y algunas gallinas. En tiempos había tenido aposentado en un rincón del pasillo una mercería. Allí acudían las mozuelas a por sus lazos y puntillas, hilos, agujas y demás cachivaches con los que acicalarse. Los inquilinos de aquella mansión eran tres: padre, hijo y una hija. El nombre de ella fue el opuesto a todo lo que sería su vida. Se llamaba Veneranda «digna de ser venerada». A la muerte del padre quedó cuidando de su hermano. Mientras él estuvo ahí, todo transcurrió con normalidad entre esa especie de nube suspendida que es el tiempo en una aldea mesetaria.    —  ¡Veneranda! —Gritó una voz desde el umbral.  —  ¡Vaaaa! «qué prisas y que desgañite, válgame

UMBRÍOS UMBRALES

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Apareció en el umbral con el aspecto de un viajero que hubiera atravesado las tempestades de siete mares. Bastaba un simple y rápido vistazo para entender que su aspecto frágil clamaba a engaño. A esa tímida mirada se asomaba una mujer fuerte, acostumbrada a lidiar con lo que la vida trae a diario. Sonríe con timidez, como si temiera molestar, quizá no sabe que, una sonrisa es la mejor carta de presentación. Pelo corto, estatura media y una edad indefinida. En su cara los surcos que va dejando el poso de los años y los daños. Reposada y nerviosa a un tiempo. En el transcurso de esa primera impresión se delataría… —Buenas tardes ¿Puedo ayudarla en algo? —Pregunto. —Buenas tardes —Contesta ella, ¿Ha devuelto alguien un bolso aquí? —En el tiempo que yo llevo, no. ¿Le han robado? —No. Estaba sentada en un banco del parque, me he levantado para ir al centro de salud donde esperaba mi marido y me he olvidado recogerlo. Esperaba que alguien lo hubiera visto y entregado aquí. La

EL VIAJE SIN FIN

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Había quedado atrapado entre el brazo del asiento y la ventanilla. Lo que queda oculto a la vista acaba siendo olvidado. En sus tapas, kilómetros y kilómetros de nubes, rayos, truenos y centellas. Gritos, prisas, quejas y voces en todos los idiomas. Había hecho escala en todos los rincones que tenían en su haber un aeropuerto. Otro viaje, uno más. Nadie lo descubriría en su escondrijo, nadie le rescataba de este encarcelamiento involuntario. Su grito, acallado por el rumor y el ajetreo de los pasajeros ajenos a su oculta existencia. Él, clamaba desde lo más profundo: —«¡Sacadme de aquí! Desciende tu mano fuera del reposabrazos y concédeme la libertad». La pasajera había tomado asiento a su lado. Dejó caer su abrigo en el respaldo de la butaca. Colocó su bolso sobre la bandeja que se abría al frente. De su cartapacio extrajo un libro, un cuaderno y una pluma. Mientras leía iba tomando apuntes en su libreta de tapas negras con una inscripción cuando menos asombrosa: ¿Y tú? ¿Qui

DE DOS EN DOS

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Existe en alguna parte un yo empujando a otro yo. Cada mañana, en esos segundos que van del duermevela a la plena consciencia, nos encontramos zozobrando en una tierra de nadie, confundiendo flashes de sueños con la realidad. ¿Qué es realidad y que inventado? ¿Qué ideamos cada despertar para dar este corto paseo que es la vida? Hay un yo irreverente, quejándose de todo, por todo, y, sobre todo. Hay un yo amaestrado por siglos de una cultura amoral impuesta a martillazos. Hay un yo que lucha por acabar con todo. Hay un yo escondido sin manifiesto de ninguna clase para no ser alcanzado, protegido en el más austero de los silencios, dialogando con su opuesto sin alcanzar ningún pacto. Hay un yo, hay un tú, hay un quizá. Mis dos yoes son vecinos por razones ajenas a su voluntad. Vecinos mal avenidos a los que les ha tocado compartir un espacio que no han elegido, enfrentados por un «quítame allá esas pajas» hasta que un día se miraron de frente y, en ese choque, no les quedó

VIENTOS DEL OESTE

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Enero trajo consigo las frías rebajas de los sentires. Emociones cruzadas en la pérdida de un tiempo que ya no es. Historias de desencuentros en los que, el punto y final añade su particular pacificación. Todo expuesto, todo resuelto con la rotura del cordón umbilical que nos ata al conocido universo donde por fin se comprende la vacuidad de los enfrentamientos. El todo igualado en el: «ya nada es». Amaneceres que acarrean la lección del día. Inquietud calmada que pone en alerta cual resorte los mecanismos de un ser en duermevela. Contenida en la luz de este amanecer va impreso el presagio de un cambio. Alternancia de época, de etapa, de cierre…se cuela por las rendijas sin permiso regocijándose en su anarquía. Sonó un timbre como señal definitiva de la metamorfosis que se avecinaba. Ante la confusión que genera toda mudanza hay una permanencia momentánea en el desconcierto. Todo cabe en esos instantes de mutación. El alba resucitadora y enterradora a un tiempo enciende luce

LAS ENMIENDAS A LOS PROPÓSITOS

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                                                                            Las enmiendas a los propósitos vienen a ser algo así como el cuento de la lechera con un final muy parecido. A la gente le da como una especie de urgencia ponerse a hacer el «moñas» en la segunda quincena de diciembre. Casi todo lo que se ve y se oye por estas fechas parece el producto de la ingesta de dos litros de orujo gallego mal asimilado. Existe otra parte, bien es verdad, de personas que se preocupan por el prójimo todo el año —las menos—. Hay una realidad imposible de maquillar detrás de tanto empolvamiento: el mundo no cambia en estos días por muchas luces de colores y por otros tantos golpes en la espalda que se den o se pongan según corresponda. Llegamos al siete de enero con la casa sin barrer —léase: mundo—, y, en la resaca de cosas inútiles que han dejado unas fiestas paganas, ni siquiera sentimos el golpe de conciencia que nos lleve a enmendar todos los propósitos desgranados durant

CALÍGULA

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Los que me conocen saben que yo estos días estoy como ausente . No celebro lo que no me sale del alma…—lo hago con todo y por todo— pero, hay una cosa que me encanta: mis amigos de todo el año me escriben hoy y me desean una vida feliz. Yo, eso lo agradezco de verdad y además me encanta. Gracias a todos. Solo una cosa puede molestar y es la hipocresía; todo lo demás es bienvenido. Mi cariño para todos, —no en días marcados— saben muy bien que les quiero todos los días: sin fecha de calendario. Hoy como ayer, siempre, sale a relucir la palabra: hipocresía y, no es por molestar, pero estamos impregnados de ella. Hasta el mismísimo coño de la pose ajena…de esa impostura que se revela como todo lo incomprensible: «aprendo dos tres cuatro reglas, con ellas tiro y no me las cambio que me pierdo». Quiero hablar de Calígula , el Calígula de Camus … del tormento que es su existencia ¡UN HOMBRE ATORMENTADO! De cómo la hipocresía que inunda todo a su alrededor lleva a la persona a uno

¿HAY VIDA DESPUÉS DE LOS 35?

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No solo hay vida, sino que la vida comienza a partir de los treinta y cinco. Aquí más que nunca, la teoría de la relatividad se hace presente. ¡Qué relativo es el tiempo! según se contemple desde un lugar u otro —desde la posición que se ocupa—. A los treinta y tantos, empiezan los cuestionamientos; imagino que por esa carga ancestral de cuando el límite de edad de vida se situaba en esa cifra. Ahora no solo es la primera juventud, en muchos casos es la pre-adolescencia. Lo de madurar o no va en personalidades que, nada tiene que ver aquí una fecha puesta en una tarjeta plastificada cuya utilidad es la de registrar una existencia, no una condición. En la era de nuestras abuelas esta edad correspondía a una mujer hecha y derecha, con al menos tres hijos y, seguro que, otro en camino de hacer acto de presencia. Señoras respetables, amantes de sus maridos, de sus familias…carcomidas por dentro, sin un atisbo de esperanza, porque, a ver quién era la guapa que se iba a atrever a man

ÉTICA, ESTÉTICA Y OTROS ANIMALES

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Hacer el bien sin esperar nada a cambio, ¿Esto qué es? —Se preguntarán en mil y una tribus a día de hoy—. ¿Es éticamente imprescindible? ¿O lo prescindible sería hacer el mal, con lo cual toda esta carga dialéctica sobre moral, ética y costumbres queda para los estoicos, socráticos o aristotélicos? Para entender la diferencia entre bien o mal hay que leer a los clásicos. Igual no se aclara nada, pero entretienen… El ético ¿Nace o se hace? Pues está claro. Dependiendo del tipo de sociedad en que le toque aterrizar; supeditarse a valores que esté dispuesto a defender, someterse a sus sentires. Su estética irá acompañada de la correspondiente ética —o no— en este mundo de ideas —de idas y venidas— es muy fácil perderse o equivocarse. Lo importante es no perder la orientación. Cada cual que se fabrique su brújula o sus bastones… ¡Qué queréis qué os diga! …de todo lo leído —tampoco tanto— hasta hoy, me quedo en el jardín de Epicuro. El Jardín ofrecía un lugar tranquilo, alejado d