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MARIPOSAS EN EL ESTÓMAGO

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—«Mayo, promesa de lo que se avecina». Comidas en familia, playa, bikini… —«Preferiría estar muerta». Más de tres años desde el momento que se tropezó con León. En los pasillos de la facultad se concretó una especie de contraseña no verbalizada cada vez que cruzaba el «leonino». Como las cosas suceden sin que tengamos arte ni parte en ellas, pues…una cosa llevó a la otra…y… —Un poco llenita estás. Eres mona, pero quizá con unas clases de gimnasio… Hasta ahí, ella, con una talla treinta y ocho, no había imaginado —no se había imaginado «llenita»—. Fue el detonante que activó el proceso de: —«Mi boca cerrada a cal y canto hasta el fin de mis días».   Veinte kilos de menos y tres años después, no tenía nada que perder. León se fugó con otra. Cada quince de mayo recordaba enviar un ramo de margaritas amarillas al mausoleo.

UN MUNDO IMAGINARIO

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Los pájaros habían dejado de cantar. La nieve se derretía inventando mares. El sol calentaba un invierno interminable. Los ríos se secaron. El agua convertida en barrizal, fue el lodo que arrasó un mundo de miseria. Los garabatos de escribientes que no lo eran, contando historias imaginarias. Un público fiel que digería las noticias como si de tarta de chocolate se tratase. María friega platos, montañas de platos, mientras se pregunta: —¿Hasta cuándo alcanzará el agua para seguir quitando mierda? Señores de postín, intentan convencernos de una culpabilidad que no quieren asumir. Los escritores no escriben. Los pájaros no cantan. Los ríos no corren… Solo tinta de sangre inunda un país imaginario.

MADRID ME MATA

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Las hordas salvajes han invadido Madrid. Madrid «cumbre de cambio climático». Madrid, ese pueblo, pueblo, nombrado capital del reino —a estas alturas no se sabe qué es lo que reina aquí—. Madrid, Madrid, Madrid…ciudad del todo y la nada. Todo se concentra en Madrid. Comenzó una tarde de puente. El puente que las hordas esperan para visitar la capital y que toman al asalto sin pudor alguno. Y yo que sé muy bien por experiencia que en estos días no hay que salir a la calle, voy y me lanzo ¡a comprar un libro! ironía donde las haya : «Fahrenheit 451». Si Bradbury se hubiera visto inmerso en el espectáculo de Gran Vía y aledaños habría escrito toda una saga. Para distopía, esta sociedad paleta y absurda que se crea en unas fechas donde más que nunca se hace rebaño. Entre un gentío enardecido por la música de «cortilandia», el avispero móvil en ristre como la tercera mano para no perderse el espectáculo lamentable de lo que quiera que «eso» sea; lustros lleva una música pacata y «e

EL DÍA FELIZ QUE ESTÁ LLEGANDO

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Todo preparado en la habitación convertida con tanta zarandaja en lo más parecido a la recamara de una reina. —«Reina en mi reino». —Se dijo. Más de un año de preparativos, agobios, indecisiones, retrocesos…y por fin llegó el día en el que poner a funcionar tanto esfuerzo. Cada detalle estudiado hasta la obsesión, cada artilugio colocado del modo en que debería ir incorporándolo a su esqueleto. Las gasas que la envolverían a modo de sudario… —«El día más feliz de mi vida» —murmuraba para sí mientras un río desbocado resbalaba desde su cara hasta el pecho. «Un recuerdo que nunca olvidaré». En esos momentos ni ella podía sospechar el acierto que iba a tener esa frase. Las tías, su madre, su suegra, las primas…la casa era una feria. Risas, carreras…un bullicio que visto desde fuera se hacía irrespirable. El padre… ¡Ay el padre! Mudo, no quería, no podía ¿De qué forma encarar el asunto en un momento en el que todo estaba decidido? —¡Cobarde! Tronaba una voz en su cabeza. D

LAS PUERTAS DEL SILENCIO

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Unas horas en el «pájaro de acero» separaban la «puerta» a dos realidades contrapuestas. La primera, vivía a la sombra de su ombligo. La segunda, luchaba por un reconocimiento en primera división. Ninguna cejaba en su empeño. Piedrasantas se encontraba en el paraíso cada vez que aterrizaba en ese lugar del mapa. Otra cosa era el entendimiento con la peculiaridad de los personajes ajenos por completo al desconocido mundo que él habitaba. La primera mañana de su estancia anduvo en la ocupación de descubrir por andurriales en los que más de un valiente no se hubiera atrevido a zambullirse, nuevos hallazgos de la civilización que ocupaba el territorio. Fue como sumergirse en una máquina del tiempo. Lo que veía, lo que intuía, todo sonaba a «Déjà vu». La inquietud que avanzaba desde su estómago hasta la médula no dejaba reposo; andando sin descanso vino a toparse con una monumental puerta labrada de imponentes goznes y siete cerraduras. Miró por el agujero de una de ellas; al ti

PRUDENCIA

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—¡Prudenciaaaaaaaaaaaaaaa! —Grita la madre por enésima vez. —¡Prudenciaaaaaaaaaaaaaaa! —Nada, ni caso, o es sorda, o se lo hace, acaba con mi paciencia, con mi prudencia y hasta con las ganas de vivir. ¡En qué momento elegí yo ese nombre! ¡válgame el cielo! Prudencia que ni era sorda, ni mucho menos prudente, siguió como el que oye llover. —«Va lista si cree que voy a hacer honor a este ridículo nombre que me impuso con la mayor de las imprudencias». Sentada a una máquina de coser desvencijada que se caía a trozos, la madre continuó llamándola a gritos. No había caso. Prudencia no hacía acto de presencia. —El pedido urgente por entregar. Los demás encargos a medias…y Prudencia sin aparecer, ¡esto no es vida! Yo, que siempre me sacrifico por ella, yo, que solo miro por su bien, yo…— Murmura la madre. Prudencia cruza el oscuro pasillo —tres horas más tarde— con una cesta colmada de setas. —¿Se puede saber dónde te has metido? Hay un montón de tarea pendiente y yo sola no l

RELATOS BESTIALES

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—¡Qué bestia! —¿Qué vestía? —¿Qué ves, tía? —¿Ves, tía? ¡Te lo dije! La navidad es la época más bestia que se ha inventado desde el principio de los tiempos. Es ver el primer árbol de navidad, la primera lucecita y yo me pongo a morir. —¡Qué bestia, tía! —Para bestia una de mis vecinas que se viste de «MamáNoNoël» y nos pega unos sustos del copón. —¿Qué ves, tía? —Yo no veo «ná». En lo que va de noviembre a diciembre cierro los ojos y tiro «p’alante» sin sentir. A partir del seis de enero vuelvo a ser medio normal. —¡Qué bestia, tía! Para bestialidad la que se formó en la casa de Antón la pasada navidad. Acabaron comiendo el pavo en comisaria (lo de comer es un decir, en realidad la cena se fue al garete). ¡A quién se le ocurre sacar el tema «política» cuando se va a trinchar un pavo! Qué si tú tal...¡pues anda qué tú, más!…total, que Antón que tiene a su cuñado «enfilaó» desde el momento en que a su hermana se le ocurrió llevarlo a casa por aquello de las pr

OTOÑO

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Verdes telas de araña amanecían alrededor de su cama. Madejas de pelos rubios cubrían las alfombras sucias por el polvo depositado en una época del año que no debería existir. En la mesita del recibidor, acumulados, un taco de cartas muertas que no se molestaría en abrir. Consignas invitando a seguir un juego macabro, y la predisposición firme de no entrar en él. —¿Elecciones? ¿Otra vez?... ¡Qué le den por el culo a todo! Maldito otoño, maldita caída de la hoja y de mi pelo, maldito polvo otoñal. Voy a incrustarme en la cama hasta que llegue un tiempo donde no se ponga el sol. Cruza la calle como cada mañana. El mismo lugar. La misma hora. Algo ha cambiado en su manido paisaje. Incapaz de sustantivar «aquello», continúa, tratando de esquivarlo. La musaraña invisible ha desaparecido llevándose su sombra. Es en ese instante cuando determina y reconoce la identidad de la «musaraña»: Otoño. Aquella mañana los pájaros cantaban del revés.

RÍOS DE TINTA

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Desde la orilla opuesta llega una melodía no identificada. La música le hace retroceder a otros tiempos que, no por pasados fueron mejores. Sentado sobre una piedra cubierta por un manto de musgo, este, hacía del sillón improvisado, un mullido asiento. Escribía, emborronaba, volvía a reescribir lo garabateado. —No puede ser. —Decía una y otra vez como si con ello quisiera convencerse así mismo. En aquel lugar habían transcurrido los mejores y los peores tragicómicos momentos de su poca habitual vida. No era huraño, no era antisocial, no era introvertido. Solo anhelaba una paz que el mundo le negaba. Él, tan libre. Él tan independiente. Él, tan poco pendiente de lo que el rebaño denominaba “vida”. Él, no era de este mundo, fabricado sobre embustes y enredos que no entendía. La lenta cadencia con que la música iba entrando poco a poco hasta inundar el espacio, lo transportó a una nueva zona, irreconocible, azul, libre; un campo hasta ahora oculto. El miedo que siempre había

PESIMISTAS

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El vaso siempre medio vacío era rellenado una y mil veces, pero, a medida que se le añadía el líquido mágico este se evaporaba en el aire sin dejar rastro. No había fórmula que no hubiera probado, todas con el mismo resultado de fracaso absoluto. —La jarra está rajada, y cuando creo en su contenido intacto, la realidad es de total ausencia. —Pensó. Compró una docena de jarras. Compró el agua más cara que había en el mercado. Con el nuevo arsenal se dispuso a rellenar el vaso. El nivel permanecía intacto. Olvidó por un momento el vaso, el líquido y, de su estado gaseoso también se olvidó. Tras los cristales, una nube en el ojo derecho distorsionaba los objetos a su alrededor. Tomó sus gafas, las miró al trasluz. Tenían una mancha negra en el centro parecida a la que deja un rastro de ceniza. Gamuza en mano, frotó y frotó y frotó hasta hacerlas brillar. En la cocina, jarra en mano, rellenó el vaso hasta conseguir rebasar el borde por el que se derramaba el raudal que en