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VOLAR SIN ALAS

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Un vuelo en rasante dejó la impronta de su silueta entre las rocas. Había planeado durante días, cruzado una cordillera, ascendiendo casi hasta las nubes. Pero aquel día estaba escrito en la hoja de ruta que cada cual trae inscrita al nacer. Algo no va bien…algo…algo…no pudo terminar de completar la frase. Las alas rotas en mil pedazos se disgregaron entre las grietas de aquel peñasco. Su sueño reducido a cenizas…como fuera, de la forma que fuese tenía que intentar recomponer aquello. Con alas o sin ellas, con ellas rotas o enteras había que intentar alzar de nuevo el vuelo. —«Soñar sin miedo, volar sin alas» … Las siete y media de la tarde del 29 de febrero, año bisiesto, año de mal agüero. Lucía el sol como anunciador de primavera. —«No me busques que no vas a encontrarme».    —¡Ojalá hubiera sido así! Esconderse de la vida en el mejor rincón del mundo. No asomar la cabeza para no perderla entre aquel bucle de apariencia bonachona que ostentan los más malvados. —A

APARIENCIAS

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Iba cada domingo a misa de 8. Madrugón impuesto con la convicción de que en el más allá serían perdonados sus «ligeros» pecados. Recogida, postrada de rodillas, con los ojos cerrados, cualquiera que observara su postura pensaría que había entrado en trance. —«Solo te pido valentía» —recitaba como un mantra. Tan sumida en su divagar que, no advirtió los ojos clavados en ella, escondidos tras la columna que había junto a la pila bautismal. Depositó sus monedas en el limosnero con gesto de quién está donando uno de sus órganos. Salió a la calle. En la puerta, el mendigo que habitaba ese suelo sacro, extendió la mano en señal de petición, ella, con la suya enguantada, dejó caer a sus pies, evitando que la rozaran, un par de monedas. —«En lugar de pedir y pedir y pedir… podrían dedicarse a trabajar, ¡banda de gandules! Solo quieren vivir a costa de los demás». Enfiló hacia su casa. Parada en la panadería donde era conocida desde el día que pisó este mundo. —Buenos días, seño

COSTES, CUESTAS Y OTROS DESVARÍOS

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  ¡Lo que cuesta una cuesta! El coste de las cuestas —qué cuestan lo que cuestan— es directamente proporcional al esfuerzo requerido para vencerlas. Una cuesta, sin coste, no es una cuesta de categoría. Hay que adjuntar el coste ajustándolo al valor de lo que la cuesta implica. Empeño al subir la cuesta del olvido. Empeño en la bajada. Si en la tarde de uno de tus días olvidaste el coste de la cuesta, estás en el camino de subir cuestas aún a costa de no volver a recordar la escalera que te encumbró a la cima. Y si la cuesta se vuelve infranqueable, busca otra «cuesta» sin espinas.

HISTORIAS DE ANDAR POR CASA

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—¿Dónde vas Caperucita, todas las mañanas vestida de gris? —Susurran los lobos al verla correr tras el pájaro de acero que acabará por perder. Cada mañana una aventura en la selva de ruido, metal y luces. Cada mañana la aventura por la sobrevivencia. Cada mañana vestida de azul con sus lamparones de mediocridad, entre gritos, carreras, empujones y asfixia para llegar con su «cestita» cargada de pertenencias que no le pertenecen. Con sus flores de cactus a punto de reventar. Escucha, mira entre el ruido metálico que arrasa la avenida mientras medita lo insoportable de la existencia sin ánimo de redención. El horizonte, siempre azul, hace que sueñe con otro destino, uno no impuesto; la libre elección del camino a transitar. Los sueños no son vacunas; menos aún, lo soñado en duermevela. Trenes sin destino recorren un paisaje ficticio aparcando en una estación fantasma, en su recorrido, incierto por ignorado, solo queda subir, soñar que el viaje estará plagado de una realidad

MIS QUERIDAS FAKE NEWS

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Esos momentos en los que no sabes bien porqué se cruzan los cables de acontecimientos transcurridos a lo largo del año, y, te entra una especie de urgencia de hacer resumen. Un año más. Otro. ¿Qué hay de nuevo? La respuesta es sencilla: nada. Cambian los escenarios, los actores, pero la «obra» se repite con más ahínco que un tsunami.    Estados, Organizaciones, Políticos —de poca monta— activistas…todo un tinglado de engañabobos intentando que comulguemos con ruedas de molino. La salvadora del mundo: una marciana sueca de la que no se sabe muy bien como viaja por el mundo, yo creo que lo hace en teletransportador —no contaminante— una marioneta con un ejército de títeres vitoreando desde la más pura ignorancia, o peor, con el beneplácito que da el vivir con los ojos cerrados. Partícipes de una «cumbre» que para lo más que ha servido es para cepillarse la energía que podría consumir el planeta en cien años. Todo sigue igual. Les importa el planeta lo mismo que me importaría

EL LARGO Y CÁLIDO INVIERNO

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El trineo preparado, las botas de nieve, guantes…todo el equipo esperando la primera nevada. Abría el armario destinado a guardar los atavíos invernales, una y otra vez, calculando el tiempo que pasaría esperando para poder estrenar el último par  de esquís que le habían regalado por su cumpleaños. La nieve, aquel año, tardaba en hacer aparición, ella, se impacientaba. Le gustaba el invierno, las pistas de nieve, todo lo relacionado con practicar deporte en la montaña. Agarró sus guantes, se caló el gorro hasta la nariz, introdujo su delgado cuerpo en el anorak rojo rodeado de piel. —¡Me piroooo!... —¿Qué forma es esa de hablar? —preguntó la madre. —Perdona mami, se me escapó. Todos mis colegas hablan así, y, al final se pega… —Me es absolutamente indiferente como lo hagan ellos. Si de verdad tu personalidad es capaz de mimetizarse con cualquier cretinez o vulgaridad, ándate con cuidado, al final serás una más del montón. No creo que sea eso lo que tú quieres, ¿verdad? —N

MARIPOSAS EN EL ESTÓMAGO

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—«Mayo, promesa de lo que se avecina». Comidas en familia, playa, bikini… —«Preferiría estar muerta». Más de tres años desde el momento que se tropezó con León. En los pasillos de la facultad se concretó una especie de contraseña no verbalizada cada vez que cruzaba el «leonino». Como las cosas suceden sin que tengamos arte ni parte en ellas, pues…una cosa llevó a la otra…y… —Un poco llenita estás. Eres mona, pero quizá con unas clases de gimnasio… Hasta ahí, ella, con una talla treinta y ocho, no había imaginado —no se había imaginado «llenita»—. Fue el detonante que activó el proceso de: —«Mi boca cerrada a cal y canto hasta el fin de mis días».   Veinte kilos de menos y tres años después, no tenía nada que perder. León se fugó con otra. Cada quince de mayo recordaba enviar un ramo de margaritas amarillas al mausoleo.

UN MUNDO IMAGINARIO

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Los pájaros habían dejado de cantar. La nieve se derretía inventando mares. El sol calentaba un invierno interminable. Los ríos se secaron. El agua convertida en barrizal, fue el lodo que arrasó un mundo de miseria. Los garabatos de escribientes que no lo eran, contando historias imaginarias. Un público fiel que digería las noticias como si de tarta de chocolate se tratase. María friega platos, montañas de platos, mientras se pregunta: —¿Hasta cuándo alcanzará el agua para seguir quitando mierda? Señores de postín, intentan convencernos de una culpabilidad que no quieren asumir. Los escritores no escriben. Los pájaros no cantan. Los ríos no corren… Solo tinta de sangre inunda un país imaginario.

MADRID ME MATA

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Las hordas salvajes han invadido Madrid. Madrid «cumbre de cambio climático». Madrid, ese pueblo, pueblo, nombrado capital del reino —a estas alturas no se sabe qué es lo que reina aquí—. Madrid, Madrid, Madrid…ciudad del todo y la nada. Todo se concentra en Madrid. Comenzó una tarde de puente. El puente que las hordas esperan para visitar la capital y que toman al asalto sin pudor alguno. Y yo que sé muy bien por experiencia que en estos días no hay que salir a la calle, voy y me lanzo ¡a comprar un libro! ironía donde las haya : «Fahrenheit 451». Si Bradbury se hubiera visto inmerso en el espectáculo de Gran Vía y aledaños habría escrito toda una saga. Para distopía, esta sociedad paleta y absurda que se crea en unas fechas donde más que nunca se hace rebaño. Entre un gentío enardecido por la música de «cortilandia», el avispero móvil en ristre como la tercera mano para no perderse el espectáculo lamentable de lo que quiera que «eso» sea; lustros lleva una música pacata y «e