LA COPA JUSTA


—¡No es justo! —Exclamó hecha un basilisco la agria princesa que jamás supo discernir entre el bien y el mal.

—¡No es justo! —Gritó de nuevo mientras de un manotazo derribaba el jarrón contra el suelo que, explosionó en mil pedazos.

—No es justo que este «princeso» venido a menos me haga el vacío en favor de esa urraca de Proserpina. He de encontrar la fórmula que revierta en mí el beneficio de ser la única y exclusiva merecedora de las atenciones de este imbécil, solo para demostrarle que a mí no se me hace de menos jamás.

Tras la puerta secreta que había en su vestidor se escondía un laboratorio con toda clase de mejunjes, probetas, líquidos, sólidos y un sinfín de plantas alucinógenas.

Pasó en este gabinete encerrada, más de una semana, hasta dar con la receta que le compensaría de los desagravios recibidos.
—Te vas a enterar de lo que vale un peine, «princeso» de tres al cuarto.

Al fin con un frasco esmerilado, relleno de un líquido azulado, salió de su encierro; llamó a uno de sus lacayos, le extendió la carta recién escrita y dio orden de entregarla en mano —y solo en mano— al apuesto «princeso».

Cuando este apreció la urgencia del mensaje sin saber muy bien a que debía atenerse, acudió a toda prisa, llegó a palacio, se postró a los pies de la princesa:

—¿Qué es eso tan urgente señora que no puede esperar?

—Usted y yo tenemos una conversación pendiente querido amigo. Tome asiento por favor y de buena gana le pondré al corriente.

A dos palmadas de la muy ladina heredera acudió un criado, con la bandeja que ella misma había confeccionado para la llegada del incauto. Sirvió el líquido azulado en dos copas altas poniendo especial cuidado en su cáliz, tratando de no acercarlo más de lo necesario a sus labios.

El «princeso» sediento tras la cabalgada, apuró de un solo trago la copa, mientras la arpía le observaba sonriente.

Ni dos minutos tardó en caer postrado a los pies de la emperatriz. Doblado, con la cabeza postrada y sin sentido de la realidad alguno. Dormido para la eternidad.

¿Era lo justo?










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