Mujeres del pasado, presente, futuro…con un común denominador que las hace indivisibles: “Mujeres de vuelta y media”; de vuelta de tanta opacidad, de tanto gris, de tanta decepción. Venciendo obstáculos a través de una sonrisa que las redime.
Sus ojos cubiertos por el tul prefabricado con blanco velo en la casa del gran hermano, lapidado de forma tal su entendimiento que impedía toda posible acción que les llevara al rescate de un yo anterior. Nada a su alrededor existía. El juego iniciado había quedado inmutable como consecuencia de la inacción. El gran hermano mostraba su fría mirada regocijándose sobre lo que ya le pertenecía, un botín sobrevenido por obra y gracia del ensimismamiento de aquellos incapaces que no aprendieron a saltar fuera del vacío impuesto por su raptor. El gran hermano aumenta su colección de adaptados a unas normas que ni siquiera les fue dado conocer con el resultado de suprema alienación: no ver, no oír, no decir, no pensar. Esa era la idea. El atesoramiento de este capital proporcionó al gran hermano poder para dominar lo que en ese momento poblaba su universo, hasta quizá el día en que uno solo de los componentes del rebaño recobrara la visión e iniciara una rebelión s...
Siete hermanos. Seis chicas y él. Cada navidad alrededor del árbol se amontonaban vistosas cajas con lazos, regalos y más regalos sobre los que se abalanzaban sin piedad, rompiendo lazos y papel que crujía bajo las manos del descontrol. En cada caja una etiqueta con el nombre del destinatario. Sin sorpresas: cada hermana recibía su correspondiente muñeca. Él, un tanque de guerra, un camión, una pelota…nada nuevo, siempre los mismos artefactos horribles. Entretanto, guardaba el absurdo deseo mientras rasgaba el envoltorio: «Esta vez será una muñeca». No, a sus padres jamás se les hubiera pasado por la cabeza que, en el hueco más recóndito de su querido hijo, heredero del emporio que en día creó su tatarabuelo, soñara con muñecas. Lo hacía, ¡vaya si lo hacía! Veía a sus hermanas, envidiaba sus posesiones. Quería disfrutar de lo que a ellas por género, tradición o leyes no escritas les era asignado. Solo su hermana Olivia percibía este deseo en él. —Toma, te cambio mi muñeca por t...
El balneario literario de difícil acceso, conocido por ese nombre gracias a los círculos frecuentadores de aquellos establecimientos, creados para una élite a la que los comunes de los desgraciados no tenían acceso, coronaba la cumbre de una colina a la que se llegaba por un serpenteado camino que conducía en cuesta hasta la tierra prometida. Caminaba sumido como siempre en su monólogo interior, para no molestar ni ser molestado. Cámara en ristre; con cada toma trataba de grabar en su memoria y en las venideras un paisaje que a través de los años acabaría por desaparecer. La tierra estaba cansada. El fotógrafo literario, rendido. No había cabida para la paz en el monólogo intrínseco. En aquella cuesta que aterrizaba de mala manera ante las puertas azules de una gloria inventada, revestida de tules, no aguardaba nadie ni nadie era esperado. La tierra estaba cansada. Cientos de fotos color sepia en una caja oxidada dormían los sueños fantasmagóricos de un siglo que pareciera no ...
Una cajita de hormigón blando, que guarda un tesoro de siglos olvidados. Esa cajita que perdió su llave agitada por un mar de enajenadas tormentas. La caja que en su secreto esconde la oculta esencia que jamás consintió en derramar. A esa caja, a esa, no se entra con llave, ni con estilete. Entrada escondida, no está permitida para hacedores del mal. Con siete cerrojos y un hada madrina que libera agravios, la caja cerrada, otro siglo más, espera olvidada. Es posible que jamás se abra. Es posible dejarla cerrada por los siglos de los siglos… Amen (sin tilde).
La tarde de aquel plomizo día en que todo se derrumbó Isabel lavaba una pila de ropa puño contra puño en las aguas del cada vez más menguado río que, bordeaba el medio deshabitado terruño, cuando a lo lejos, creyó oír una voz que gritaba su nombre. No era la primera vez que experimentaba esta sensación. Eran muchas las ocasiones en las que, dormida como un saco de arena, el sonido de su nombre la depositaba en una vigilia de la que ya no podía escapar en lo que restaba de la negrura hasta el alba. Era tradición en la familia. Más de una vez escuchó contar a su abuela episodios similares, también a su madre, a sus primas Inés y Antolina, a… Pero ella no, no podía ser…ella no quería que ese maleficio con el que al parecer fueron dotadas las mujeres de su clan generación tras generación…la rozara siquiera. Esa mañana, al alba, sin apenas haber podido conciliar el sueño, se dirigió sendero arriba hacia la casa de la maga a la que en más de una ocasión había acudido buscando el reme...
La mariposa no quiere sacudir sus alas sabedora de que al hacerlo estas se convertirán en polvo. A lo lejos un rabo de nube rizoso y pendenciero deseoso de tomar tierra devorando todo a su paso se acerca irremisiblemente… Mientras, la mariposa intenta encontrar el capullo que un día abandonó y que hoy le serviría de refugio de no haberlo desechado. No hay marcha atrás; los refugios perdidos no vuelven. Y los rabos de nube son impenitentes, traicioneros, fagocitadores…
Tierra de impetuosos vientos, no llegó a experimentar la calma que ostentan los días soleados. Sentí la brisa en mi rostro. Sentí que la brisa asentada en los rostros ajenos que me rodeaban bordeaba un mar de inmensas nubes. Quizá era el camino hacia el sol. Quizá…
—¿Tan grave es? —De dejar de respirar, es… —¿Has probado a hacerle el boca-boca? —Y con un anillo de un millón de maravedíes, he probado… ¡Nada! —Pues sí que es grave, sí…los maravedíes resucitan a un muerto. —En este caso ya ves que no… Lo grave, lo auténticamente grave es enfrentarse al folio en blanco. Cuando nada surge, cuando todo son o frases hechas, o, cosas sobre las que has escrito mil veces ¡Eso sí es grave! Escribes como entrenamiento, como terapia a veces, sin nada interesante o como mínimo, algo que pueda crear expectativa para seguir la lectura. En su día alumna aplicada de los estoicos, aristotélicos, sofistas…acabé por confundirlos a todos en una suerte de caleidoscopio que, no acertaba a saber quién era quién ni qué era lo que andaba buscando. Pasé por el jardín de Epicuro y me perdí en las sentencias de Sócrates…Todo esto me ayudó, todo ayuda. Ahora escribo sobre aquellas cosas que no tienen importancia y que pasan sin pena ni gloria. Grave, lo sé. Muy g...
*Foto tomada en el Museo Lázaro Galdiano correspondiente a la exposición temporal de Aitor Ortiz: «ENTRE ARQUETIPOS Y ARTEFACTOS». En el laboratorio de los sentidos los telares entremezclan hilos de colores acompasados por la música que se desprende de un arrastre de cadenas… …Y al fondo un murmullo perseverante parece llegar desde el Amazonas hasta el jardín florido del que escapan mil y una enredaderas pidiendo asilo entre los tejedores de vida. Un río de vida que no cesa y que el manantial envidioso quiere desdibujar entre gotas resbaladizas que se estrellan contra el cristal. Hay un niño observando el arrastre de mil pies encadenados. Hay un niño que sabe. Hay un niño que sonríe ante la ignorancia de los eslabonados vivientes imbuidos de una realidad que solo existe en su sueño. Quizá al igual que Ulises deberán echarse al hombro un remo y viajar hasta encontrar un lugar donde alguien les haga saber que no es tal ese instrumento el que él cree que e...
La fantasmal parada del bus Nº 678W, que en una época conectó ruidosas ciudades convertidas ahora por azar, en tinieblas, aparecía cubierta de musgo y agua. El olor extraño que emitía, llegó hasta él; consiguió frenarle en seco. Desde la habitación donde todo sucedió se divisaba el apeadero, reunión multitudinaria en otro tiempo que, invasores de distintos pelajes tomaban al asalto cada mañana. Al abandonar su cama se dio de lleno con la caña de tres metros apoyada sobre un rincón. Una idea quedó anclada en su pensamiento: «No tocaré con ella valores inviolables». El eco, machacón, cargante, le perseguía, empeñado en proporcionar el desasosiego que le hiciera saltar como un resorte. —No me hables…no me tientes, no me nombres…no soy yo…no me conoces… Se deslizó por el alfeizar de la ventana; rebotó en el musgo y quedó empalado en el métrico palo… Intentó pescar la nube de inmoralidad que rondaba por el andén. La caña se deshizo en minúsculos átomos descendentes sobre u...
Siempre son los niños lo más importante. Son el relevo de lo viejo y tendríamos que enseñarles a no cometer nuestros errores, cosa que no se hace.
ResponderEliminarPero ellos son muy inteligentes y aprenden a no imitarnos. (Eso creo). ¡Saludos!
EliminarLos niños son inteligentes hasta que el tiempo los malogra haciéndolos adultos.
ResponderEliminarEse es el gran hándicap. ¿Quizá una vacuna que evite acumular años? Gracias, Rodolfo por tus comentarios. Un abrazo.
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