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MAGIA

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Las dos de la tarde de un día estival donde las tareas estudiantiles han quedado postergadas hasta la llegada de la estación en la que los árboles se desnudarán mostrando impúdicamente su esqueleto, que traerá de nuevo a las calles las carreras unidas a los gritos de los escolares camino del colegio. En esta tarde la magia escondida tras los blancos arcos que extienden sus redondos brazos dando la sensación de continuidad a una calle a la que conceden un protagonismo del que no disfrutarían de no ser por su existencia. La magia acecha tras la última construcción de la vía. Una sombra se refleja en el suelo lo que delata la presencia de alguien refugiado tras el edificio de la esquina. Como si quisiera esconder su desdicha detrás del muro; no quiere ser vista, devorada por la mirada de ningún fantasma. Al abrigo de la pared agudizaba el oído; el sonido de unas presentidas pisadas acompañado de un soniquete metálico lo pone en guardia a medida que el golpeteo se acerca… La magia

LA CENA. Un relato de LOLA DÍAZ CUESTA

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Hace tanto tiempo que no traigo a ningún invitado a cenar en casa… Me he tomado todo el día para disponerlo. He hecho la cena eligiendo aquellas cosas que sé que le gustan. La he hecho despacio, con amor, tomándome todo el tiempo necesario y más. El vestido que ha de lucir la mesa, el mantel, esta vez será individual; dos bandejas, una a cada lado del comedor; he elegido dos colores, rojo y verde, dadas las fechas, uno sobresaldrá del otro para hacer de este modo un grupo de colores apropiados, igual que las servilletas, de algodón y, también, haciendo destacar los dos colores debajo de los cubiertos.   La vajilla es blanca, siempre la prefiero blanca, se adapta a todas las oportunidades. Las copas cuidadas, son el instrumento que le dará sonido al vino. El fuste ha de ser fino, el cáliz amplio para que al contacto con el oxígeno exprese su potencial aromático; la boca un poco más estrecha para que todos sus aromas se dirijan a la nariz. El blanco Gewurztraminner es su preferido,

ESPERANZA

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Desnuda la tierra de esperanza, sin islas donde naufragar; un barco cargado de añoranza está varado en el puerto del olvido. Las arañas de mil patas tejen sus trampas de un extremo a otro, tropezando entre sus hilos. Piratas asoman en un horizonte tenebroso, dispuestos a recoger cualquier indicio otrora válido y ahora convertido en presente devaluado. No cabe la esperanza de futuro, no cabe la fe de religión alguna para salvar lo que está apisonado por el arma letal de la megalomanía. El arma de destrucción masiva de un cerebro, es, más poderosa que cualquier contingente armamentístico de millones de moléculas atómicas.   Un cerebro enfermo causa más muertes, más desolación que todo un arsenal de balas.  Un día a la esperanza junto con la fe, les dio por irse de juerga y nunca más volvieron. Desde su mundo de ilusión gritan afónicas, pidiendo comprensión, solidaridad con un principio que ha llegado a su fin. No hay esperanza ni fe. Ya nada resiste en esa tela de araña. Mi

OFENSA

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De las piedras sacudidas brota un grito descompuesto, el martillo golpeando su cara desgastada abre grietas ya lañadas. La tierra llora el fruto de su alumbramiento, abortado por una bala que se perdió en el abismo de la insolencia tornando el cielo estrellado en una noche negra. Ella, sumida en su incontrolable hipotimia, ya no lloraba. Ya no reía. El zumbido metálico de mil pies sobre el barro, transitando hacia el abismo, nubló el cielo de gris a violeta. Mientras, el ciempiés de acero aniquila la primavera, trasmutando su verde alfombra en humeante rojo. Una madre llora. Sus hijos malparidos, esparcidos sobre un campo de crisantemos.

SIN ADITIVOS

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Nada como arribar en un caleidoscopio con la percepción desconocedora del arcoíris. En blanco y negro cualquier escena, cara o situación, mejora. Es como si este binomio fuera capaz —de hecho, lo es— de ocultar defectos mejorando para la situación que corresponda el resultado que se persigue. Además, a este enfoque puede añadírsele otro no menos interesante: el de las personas agua; a saber, reúnen las cualidades de este mágico líquido que, si bien en el fluido son un bien, en cualquier individuo adornado por esta cualidad  convierte al mismo en un ser anodino: «incoloro, inodoro e insípido». Hay quienes pasan la vida buscando a esta clase de sujetos, quizá de forma inconsciente claro, y, es que para según quién, resulta muy cómodo lidiar con mentes lasas que no ofrecen resistencia por razón de la materia de la que está construido su sistema neuronal. El discurso creado por siglos de unos magos venidos de Grecia a los que se denomina sabios, nos ha llevado por los derroteros de u

UNA CANCIÓN PRESUNTUOSA, ASONANTE Y DISCORDANTE

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Creo que Caperucita fue el artífice de acrecentar la mala fama del lobo. Es posible que ella no fuera vegetariana. Creo que los siete enanitos y Blancanieves se confabularon para aniquilar la creciente venta de manzanas que amenazaba con desecar las plantaciones de árboles frutales. Creo que los príncipes azules son el invento de unas niñas tontas alienadas por el cine, la publicidad y unos esperpentos de reciente acuñación llamados «influencers». Creo que las brujas hacen una labor indispensable aliándose con dragones y mandando al carajo «cosas» nefastas, desfasadas y contraídas. Creo que el idilio de Tarzán con una mona fue un sueño del interfecto. Creo que el Cid Campomatón , es en realidad un trampantojo… No creo en los reyes denominados « católicos » que como buenos ídem, masacraron todo lo que se les puso a tiro… Creo que las pretendidas enseñanzas o moralejas de «El Principito» son una recopilación de cursiladas pretendiendo una brillantez que les es ajena.

LA REBELIÓN DE LAS REMOLACHAS. UNA FÁBULA, UN CUENTO CHINO Y UN TONTO MUY TONTO

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Aquella mañana en que como cada día el sol estaba despegando por el este, Edelmiro tomó sus aperos, los cargó sobre Cadalmiro , su pollino, y enfiló cuesta arriba hacia el campo de su propiedad. Ya de lejos medio divisa una sombra apostada contra el mojón que señala el límite de su finca. A medida que va acercándose se frota los ojos de los que cae una legaña que piensa es la culpable de la visión que tiene ante él. Un señorito con pintas de querer guardar su apariencia, disfrazado de campesino de salón, está apostado contra el cantón. Edelmiro haciendo gala de esa férrea educación castellana se apresta a dar los buenos días mientras hace una radiografía del pollo en cuestión. —¡Buenos días, buen señor agricultor! —Comenta el engominaó. —Buenos son, si no viene nadie a joderlos. —Contesta Edelmiro. —Y, ¿podría decirme que es lo que tiene aquí plantado? —Remolacha es, o será cuando tenga a bien brotar. Y, ya puestos ¿Quién es usté y que hace aquí? Porque del pueblo no es, y

TENGO GANAS DE VOMITAR

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Benita ya no sabía qué hacer con su hija Berta. Berta, llevaba vomitando desde el día en que abandonó la cuna, en una desesperante y agotadora propulsión de materia líquida, inundando la casa con una capa gelatinosa que Benita no conseguía ya eliminar. Esta se adhería al suelo, a las paredes, al techo en ocasiones, formando caprichosos trampantojos cual antónimos de arte. Benita comentaba el caso con su amiga Adela, aposentada en Suiza desde que terminaron la universidad; se había casado con un médico suizo que aterrizó de Erasmus por estos lares. —Estoy desesperada Adela, de verdad que ya no sé qué hacer. Ningún médico ofrece solución a lo que sea que le esté pasando a Berta…ella está exhausta de tanto vómito, y yo, derrengada ante tanta excreción.   —Hablaré con Nico, seguro que él conoce entre sus colegas a alguien con conocimientos de casos parecidos. Te llamo y te cuento. Según pasaban los días Benita se iba impacientando cada vez más en la espera de una respuesta que an

VIAJE AL FIN DEL MUNDO POR UNA AUTOPISTA NEURONAL SIN MAPA

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«Un viaje al infinito». Había titulado para sí la aventura a la que iba abocarse una vez hubiera terminado los innumerables trámites que se necesitaban para el viaje que le llevaría diez mil kilómetros desde su origen hacia lo que a él se le antojaba como el final de la tierra. Llevaba años programando el periplo para el que siempre encontraba un motivo de aplazamiento. Pelayo Turismundo Sobarbe, aterriza recobrando la paz al fin, porque hubo más de un momento en el que pensó que no saldría vivo de ese montón de hojalata al que llamaban avioneta. Tomó tierra en lo que eufemísticamente los lugareños han bautizado como aeródromo, pero que en realidad es una senda de barro y arena con puertas a una gélida llanura. Carga su macuto mientras atraviesa cientos de kilómetros de suelos helados por aquella estepa hasta hoy oculta y desconocida para él. Desde niño fue espantadizo, aunque lo que más miedo provocaba en él era lo que recorría sin parar su cabeza formando elipses en bucles de

CORAZONADA: «EL HOMBRE QUE OLVIDÓ TODAS SUS CONTRASEÑAS».

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Ptolomeo ordenaba sus papiros con primoroso cuidado. Tenía registrados en las estanterías de su biblioteca más de diez mil, según cálculos, papiro arriba papiro abajo. Para facilitar la tarea de dar con el que quisiera consultar en un preciso momento colgó de ellos una etiqueta definitoria del contenido, etiqueta que todo hay que decirlo, duraba lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Bastaba una apertura de puerta para que el despliegue volandero formara una nube de papel. Ni que decir tiene si el descuido era abrir una ventana, aquello quedaba convertido en un terremoto plieguecil. Cada vez que esto ocurría debía empezar de nuevo a etiquetar estantería por estantería. A raíz de este desafortunado hecho sus ídem comenzaron a amanecer del color de la plata, que a su «querida» Cleo, más que alertarla sobre lo poco o nada atractivo que estaba siendo el paso del tiempo con su «querido», lo que hacía era provocarle un dolor de cabeza peregrino; para mejor decir el ficticio dolor «p