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LOS SIETE PECADOS CAPITALES

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  Soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Las religiones inventan —cada cual contiene sus mandatos— una serie de premisas, proclamas o, simple y llanamente, normas para tener atado y bien atado al personal que sigue sus enseñanzas. De la soberbia y la ira están bien servidos alguno de los dioses que castigan las desobediencias si no se cumplen a rajatabla sus mandatos. —¡Obedece, si no quieres ser castigado con penas que no imaginas! —grita iracundo un dios cualquiera—. Las religiones se crean a través de la avaricia de algún comandante para tener hincados a sus pies a legiones de incautos creyentes, incapaces de investigar más allá del discurso lanzado con bárbaros intereses. Confundir autoestima con soberbia. Saciar el hambre con una infinita gula. Envidiar hasta los andares del vecino. La pereza de soportar soporíferas conversaciones que ni dos atunes se atreverían a entablar. De la lujuria, no sé qué decir por falta de datos o más bien de una indocumentada

THE LIGHT

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  Lisandro, niño bien, de familia bien, o sea, de posibles, tenía una afición reservada a la gente de alta alcurnia consistente dicho entretenimiento en pilotar una avioneta a la que dedicaba todo su tiempo, tampoco tenía otra actividad como por ejemplo hubiera sido la dedicación a un trabajo cualquiera, no lo necesitaba. Su familia «bien» su linaje, si se quiere definir así, permitía a Lisandro estos lujos: hacer lo que quería aun cuando a su familia el asunto no le cuadraba del todo, preocupados por el posible peligro que conllevaba el pilotaje de aquel bicho como ellos denominaban al aeroplano. Lisandro, si bien era ducho en lo concerniente al pilotaje y al mantenimiento de la máquina era más bien lerdo en asuntos de índole personal, esos, los verdaderamente difíciles de gestionar tales como son las relaciones de naturaleza sentimental sea cual sea el ámbito de sentimientos, ya sean estos amorosos, paternofiliales o cualquiera otros que incluyan la asunción de intercambio en los  se

CÉFIRO #Microrrelato

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  Tierra de impetuosos vientos, no llegó a experimentar la calma que ostentan los días soleados. Sentí la brisa en mi rostro. Sentí que la brisa asentada en los rostros ajenos que me rodeaban bordeaba un mar de inmensas nubes. Quizá era el camino hacia el sol. Quizá…

INFINITUD DE UN VUELO

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  Corría por el asfalto hacia el lago que se divisaba al final de la carretera. Al límite de sus fuerzas apuraba cada zancada impulsado por un resorte interior que jamás le abandonaba.  Sin rendir cuentas más que así mismo, alcanzó la meta donde habitan todos los sueños individuales o colectivos al grito de: «La libertad ilumina todas las cosas».   En el límite de sus fuerzas intentó un salto dibujando una parábola, de tal suerte que, acertó con el vuelo alcanzando así la cúspide de la escultura. Tomada la posición, desde la cumbre, inclinó el cuerpo para proceder al intento de un salto suicida. En la pretensión de despegar los pies de la estatua, ésta, tiró de él como si quisiera adueñarse de su figura e integrarla como parte del conjunto. El árbol en su inmensa paciencia, acostumbrado a la vasta espera en su lucha por la supervivencia, observa la escena sin atreverse a lanzar una de sus ramas al rescate del que, a todas luces, actúa como un suicida; mientras, vigila el espect

PÁJAROS EN EL INSALUD

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A veces cambiar la ruta diaria te lleva a hallazgos como este: una jaula de puertas abiertas y, por consiguiente, vacía. La primavera ausente, huye de este Madrid enajenado por circunstancias ajenas a la voluntad de sus pobladores o para mejor decir, de algunos de tales.  Al ver la pajarera vacante una asociación de ideas me llevó a la canción de Sabina que, alude al hecho de que la situación en este pueblo lleva a los pájaros a la consulta del psiquiatra y a la falta de espacio para sus moradores. Imagino dicha consulta ubicada en un centro de salud colmado hasta el techo, lleno de trinos confundidos, alterados, desafinados y a un posible director de orquesta incapaz acallar el ensordecedor ruido de aquella imprevisible desbandada llamando a una inexistente auxiliar que venga en apoyo de una situación que escapa por completo a su dominio. Incapaz de reconducir el estado desolador de la sala clama atronadoramente una protección que no llega. Pero no hay auxiliar que auxilie, no hay ref

RULETA RUSA

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  El sedicente mayestático y cínico —apodado « el acelga »—  tenía una frase recurrente ante cualquier acto de su vida: «No me aceleres que se me pasma la idea» con la que en su ignorancia pretendía ir amaestrando tormentas. No ayudaba mucho el que se viera así mismo como inteligente, sexy y guapo añadiendo que dichas condiciones le llevaban a la extenuación.  Le apodaron acelga por su cara de un color amarillento verdoso y, porque siempre pareciera a punto de caducar por mala conservación. Como si hubiera estado mal protegido… No puede decirse de él que fuera un encanto. Aquel día el grupo había quedado en un campo a las afueras del pueblo para lo que en principio se presuponía iba a ser un juego. Por un mal hadado día, el juego, se convirtió en tragedia, y el tiro que debería haber sido de aire llevaba incrustada una bala perdida que rebotó entre el esternón y la tráquea del mayestático, seccionó la vena cava y parte del nervio vago. Cayó de bruces, de suerte tal que, su nar

EL SENDERO

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  El silencio se entrena tras la ventana gritando frente a un muro de hormigón que, cierra el espacio a un mudo y deshabitado mundo. Detrás de mi ventana, silencio. Yo: ni pío. Atronador silencio. ‹‹No podía creerlo. La respuesta había estado siempre ahí, ante sus ojos...›› Una cerca postrada a los pies del camino indica cuan libre es este que, logra conseguir   del alambrado rendida pleitesía. —¿Lograste resolver el enigma? —Sí, perder de vista el camino era la solución. Entró en la casa decidida a tirar a la basura el cuadro que pendía de una cadena dorada, encajado en la oblicua pared de la biblioteca desde indeterminadas generaciones; la forma de esa pared otorgaba al suelo un efecto inclinado. Cuando alcanzó la biblioteca el cuadro ya no estaba allí. De nuevo el atronador silencio se deslizaba como una serpiente por pasillos y estancias de la casa; el silbido que rozaba las losas iba dejando un reguero de letras delatoras. Al entrar en su alcoba el rebelde cuadro hab

ADIÓS #MICRORRELATO

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  Un pañuelo inmaculado Flota en el aire. Una acartonada bandera deshilachada en haces descoloridos Navega sin rumbo adentrándose en el mar. Las huellas en la arena borradas por el agua Pasan a la propiedad de los fondos marinos. Una gaviota ciega picotea caracolas, restos de mar  en la orilla. El muchacho desdentado ríe al compás de las olas, Mientras, en el horizonte infinito el sol duerme su última siesta.

VUELO RASANTE #MICRORRELATO

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  Desde la casa que un día abandoné salí a volar desperezando el pinzamiento que los inoportunos cepos mentales habían instalado en mi motor. Alcé el vuelo hacia el infinito dejando libre un horizonte de nubes, abriendo camino al casi siempre futuro imperfecto.

LA PUERTA I

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  Una mañana más intenté hacer todas las cosas estúpidas lo más rápidamente posible, todas esas minucias impuestas por la ley de lo llamado imprescindible, para lograr proyectarme en lo que realidad me importaba. Mi padre y yo tenemos una relación difícil y, en mi precipitación, corro el riesgo de que su obtusa forma de mirar relegue mi condición de hipotético favorito a un sucedáneo envasado al vacío. Anoche mi sueño fue peor que el de hace dos semanas en el que subía a un taxi cuyo conductor no entendía mis indicaciones y me depositaba en un campo baldío sin muestras de vida ni vegetal ni humana, solo un sembrado de cráteres que desprendían un olor nauseabundo. Miré hacia atrás, una cámara grababa cada una  de mis huellas, quise romperla, pero, mis pasos, en el intento de acercarse a ella retrocedían con cada ensayo. Desperté; la sábana húmeda alcahueteaba lo ocurrido en mi habitación durante la noche, muy probablemente creado por el subconsciente que ahora quería florecer para

LA IRRACIONALIDAD DE CUPIDO

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  La irracionalidad de los sueños tiene la paradoja de que al despertar solo queda un poso de desazón, o de alegría, dependiendo del sueño que nos haya arrebatado el espíritu y de la naturaleza del mismo, así como del posible desasosiego en cuestión.  Delfina había pasado la noche soñando con un grupo de cazurros encaramados al banco de piedra que llevaba incrustado en la plaza un siglo, dos, tres…nadie sabía con certeza el tiempo transcurrido desde su emplazamiento; diversas leyendas inducían a pensar que fueron los romanos quienes lo adosaron allí por la era de matusalén. Antes de que esta absurda imagen se implantara en el sueño de Delfina, el grupo, aparecía en la cantina y, entre chato y chato de vino con los cerebelos recalentaós idearon la descabellada apuesta a la que Celestino puso letra: —El primero que descabalgue del banco ha de pedir matrimonio a Delfina. Los mozos se miraron de refilón, bizqueando en un ridículo gesto causado por el vino que llevaban ingerido ent

LA CHARCA MALDITA

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  Desde el infortunado día en que un hechizo lo convirtió en sapo, anduvo en busca de la principesa capaz de devolverle su primigenio estado, una principesa especial sin atisbo de similitud con las que aparecen en las fábulas; a la espera de que el estallido de su hipotético y despampanante beso obrara el milagro.  El mismo maleficio que un día lo convirtió en sapo lo llevó a aquella habitación con la fantasiosa idea de que el beso Principesco trasmutaría su actual anfibiosidad a su antropomórfica naturaleza. Engaño, ensoñaciones. Suele ocurrir que el beso de la principesa equivocada puede enviarte a la charca donde la maldición tomó cuerpo y, de la antropomórfica forma, pases de nuevo a tu paupérrima vida de sapo. El ósculo errado lanzó su efímero cuerpo contra la charca donde todo ocurrió, en la que había permanecido embarrado por siglos.   Allí seguiría antes de volver a intentarlo otras tres mil o cuatro mil ocasiones más con el resultado de: principesas uno, sapo cero.