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PÁJAROS EN EL INSALUD

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A veces cambiar la ruta diaria te lleva a hallazgos como este: una jaula de puertas abiertas y, por consiguiente, vacía. La primavera ausente, huye de este Madrid enajenado por circunstancias ajenas a la voluntad de sus pobladores o para mejor decir, de algunos de tales.  Al ver la pajarera vacante una asociación de ideas me llevó a la canción de Sabina que, alude al hecho de que la situación en este pueblo lleva a los pájaros a la consulta del psiquiatra y a la falta de espacio para sus moradores. Imagino dicha consulta ubicada en un centro de salud colmado hasta el techo, lleno de trinos confundidos, alterados, desafinados y a un posible director de orquesta incapaz acallar el ensordecedor ruido de aquella imprevisible desbandada llamando a una inexistente auxiliar que venga en apoyo de una situación que escapa por completo a su dominio. Incapaz de reconducir el estado desolador de la sala clama atronadoramente una protección que no llega. Pero no hay auxiliar que auxilie, no hay ref

RULETA RUSA

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  El sedicente mayestático y cínico —apodado « el acelga »—  tenía una frase recurrente ante cualquier acto de su vida: «No me aceleres que se me pasma la idea» con la que en su ignorancia pretendía ir amaestrando tormentas. No ayudaba mucho el que se viera así mismo como inteligente, sexy y guapo añadiendo que dichas condiciones le llevaban a la extenuación.  Le apodaron acelga por su cara de un color amarillento verdoso y, porque siempre pareciera a punto de caducar por mala conservación. Como si hubiera estado mal protegido… No puede decirse de él que fuera un encanto. Aquel día el grupo había quedado en un campo a las afueras del pueblo para lo que en principio se presuponía iba a ser un juego. Por un mal hadado día, el juego, se convirtió en tragedia, y el tiro que debería haber sido de aire llevaba incrustada una bala perdida que rebotó entre el esternón y la tráquea del mayestático, seccionó la vena cava y parte del nervio vago. Cayó de bruces, de suerte tal que, su nar

EL SENDERO

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  El silencio se entrena tras la ventana gritando frente a un muro de hormigón que, cierra el espacio a un mudo y deshabitado mundo. Detrás de mi ventana, silencio. Yo: ni pío. Atronador silencio. ‹‹No podía creerlo. La respuesta había estado siempre ahí, ante sus ojos...›› Una cerca postrada a los pies del camino indica cuan libre es este que, logra conseguir   del alambrado rendida pleitesía. —¿Lograste resolver el enigma? —Sí, perder de vista el camino era la solución. Entró en la casa decidida a tirar a la basura el cuadro que pendía de una cadena dorada, encajado en la oblicua pared de la biblioteca desde indeterminadas generaciones; la forma de esa pared otorgaba al suelo un efecto inclinado. Cuando alcanzó la biblioteca el cuadro ya no estaba allí. De nuevo el atronador silencio se deslizaba como una serpiente por pasillos y estancias de la casa; el silbido que rozaba las losas iba dejando un reguero de letras delatoras. Al entrar en su alcoba el rebelde cuadro hab

ADIÓS #MICRORRELATO

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  Un pañuelo inmaculado Flota en el aire. Una acartonada bandera deshilachada en haces descoloridos Navega sin rumbo adentrándose en el mar. Las huellas en la arena borradas por el agua Pasan a la propiedad de los fondos marinos. Una gaviota ciega picotea caracolas, restos de mar  en la orilla. El muchacho desdentado ríe al compás de las olas, Mientras, en el horizonte infinito el sol duerme su última siesta.

VUELO RASANTE #MICRORRELATO

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  Desde la casa que un día abandoné salí a volar desperezando el pinzamiento que los inoportunos cepos mentales habían instalado en mi motor. Alcé el vuelo hacia el infinito dejando libre un horizonte de nubes, abriendo camino al casi siempre futuro imperfecto.

LA PUERTA I

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  Una mañana más intenté hacer todas las cosas estúpidas lo más rápidamente posible, todas esas minucias impuestas por la ley de lo llamado imprescindible, para lograr proyectarme en lo que realidad me importaba. Mi padre y yo tenemos una relación difícil y, en mi precipitación, corro el riesgo de que su obtusa forma de mirar relegue mi condición de hipotético favorito a un sucedáneo envasado al vacío. Anoche mi sueño fue peor que el de hace dos semanas en el que subía a un taxi cuyo conductor no entendía mis indicaciones y me depositaba en un campo baldío sin muestras de vida ni vegetal ni humana, solo un sembrado de cráteres que desprendían un olor nauseabundo. Miré hacia atrás, una cámara grababa cada una  de mis huellas, quise romperla, pero, mis pasos, en el intento de acercarse a ella retrocedían con cada ensayo. Desperté; la sábana húmeda alcahueteaba lo ocurrido en mi habitación durante la noche, muy probablemente creado por el subconsciente que ahora quería florecer para

LA IRRACIONALIDAD DE CUPIDO

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  La irracionalidad de los sueños tiene la paradoja de que al despertar solo queda un poso de desazón, o de alegría, dependiendo del sueño que nos haya arrebatado el espíritu y de la naturaleza del mismo, así como del posible desasosiego en cuestión.  Delfina había pasado la noche soñando con un grupo de cazurros encaramados al banco de piedra que llevaba incrustado en la plaza un siglo, dos, tres…nadie sabía con certeza el tiempo transcurrido desde su emplazamiento; diversas leyendas inducían a pensar que fueron los romanos quienes lo adosaron allí por la era de matusalén. Antes de que esta absurda imagen se implantara en el sueño de Delfina, el grupo, aparecía en la cantina y, entre chato y chato de vino con los cerebelos recalentaós idearon la descabellada apuesta a la que Celestino puso letra: —El primero que descabalgue del banco ha de pedir matrimonio a Delfina. Los mozos se miraron de refilón, bizqueando en un ridículo gesto causado por el vino que llevaban ingerido ent

LA CHARCA MALDITA

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  Desde el infortunado día en que un hechizo lo convirtió en sapo, anduvo en busca de la principesa capaz de devolverle su primigenio estado, una principesa especial sin atisbo de similitud con las que aparecen en las fábulas; a la espera de que el estallido de su hipotético y despampanante beso obrara el milagro.  El mismo maleficio que un día lo convirtió en sapo lo llevó a aquella habitación con la fantasiosa idea de que el beso Principesco trasmutaría su actual anfibiosidad a su antropomórfica naturaleza. Engaño, ensoñaciones. Suele ocurrir que el beso de la principesa equivocada puede enviarte a la charca donde la maldición tomó cuerpo y, de la antropomórfica forma, pases de nuevo a tu paupérrima vida de sapo. El ósculo errado lanzó su efímero cuerpo contra la charca donde todo ocurrió, en la que había permanecido embarrado por siglos.   Allí seguiría antes de volver a intentarlo otras tres mil o cuatro mil ocasiones más con el resultado de: principesas uno, sapo cero.

DESHABITADO GALIMATÍAS

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  El hábito que yo habito vive en mí desde que mis hábitos construyeron mi forma de habitar el mundo.  No hay hábito que pueda transformar la forma de habitar el yo. O quizá construí mi propio hábito cuando hube habitado el hábito de tu habitado habitar. El hábito que habité ya no habita en mí desde que cambié de hábitos cuando la glacial noche se aposentó entre mis pliegues. Mis hábitos, deshabitados y huérfanos, desnudos, aquellos que yo hube habitado, hoy solo son sombra hecha jirones, aquella que un día yo habité.

INTERMITENCIAS

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Tirsa nació con un síndrome raro: «Síndrome de la Intermitencia», sintomatología de escasa investigación hasta ese momento, lo que hacía difícil la objetividad sobre diagnóstico y tratamiento. La primera fase de una enfermedad es muy confusa y da así errores garrafales a la hora de encontrar remedio. Como es natural no fue hasta alcanzar la cualidad mamífera de enderezarse y dar el primer paso que, sus allegados, se apercibieran del hecho, más que nada porque no había habido ocasión de ponerlo en manifiesto.  Desde ese momento todo en ella fue intermitente; daba un paso hacia adelante y, como si se arrepintiese, inmediatamente retrocedía dando otro paso para atrás. Lo mismo para cada acción por más prosaica que fuera: llevarse la cuchara a la boca para dejarla al instante en el plato; sola, desarraigada, la cuchara debía preguntarse el porqué de su abandono. Lo mismo que debieron pensar las sábanas de su cama, la bañera, el inodoro… No resultaba nada fácil para su entorno familiar

UNA PIEDRA EN EL BAÚL

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  En el baúl heredado de su tío Urbino, el indiano, se hallaban una serie de paraguas mágicos con poderes para parar cualquier regular tormenta correspondiente a la estación del año en que este se hallara. Hasta que un buen día el baúl desapareció y en la huida dejó a Urbino II fuera de la zona protegida de la que fue benefactor hasta ese día maldito y negro de no importa que mes, año... Quince años atrás cuando Urbino II aún estaba en la escuela, una tarde a la salida de ésta y camino a casa vio pasar una enorme nube negra que abarcaba la porción de cielo que ocupaba aquel espacio y se posaba cual si fuera un techo sobre la superficie del pueblo. El cielo que hacía un rato era de un azul intenso había mudado a un gris más intenso todavía. Todo era silencio, ni un trueno, ni un relámpago, lo que incrementaba su miedo. Le invadió una desazón que evolucionaba a medida que la nube crecía: «¿Y si el sol queda ocultado para siempre? ¿Y si a partir de aquí estamos condenados a vivir bajo e

LOS PASOS DEL SILENCIO

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  Las calles recuerdan la savia que un día inundó el deambular de pasos que, llevaban en su impronta un destino preestablecido.  Nadie sabía entonces del olvido futuro en el que se instalarían los gritos silenciosos de la vida que por ellas transcurrió. Al pasar del tiempo cuando lo que queda por delante es mucho menos que lo ya transcurrido, transitar los muros vacíos, las soledades impuestas, el musgo que crece en la humedad de mil llantos apagados, retomar caminos empedrados en cuyos adoquines quedaron impregnados mis orígenes…es misión que no admite excusa. Mientras la vida va contando sus días y las hojas del calendario caen como en un eterno otoño, rememorar la cuna se convierte en un ejercicio persistente. Volver la vista, escuchar las voces que el tiempo ha silenciado, las risas, las carreras de los infantes al abandonar la escuela, el abuelo sentado al sol mientras el cigarro va dejando un surco amarillo alrededor de su boca que, durante ese tiempo se consume convirtiéndos

CACTUS

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  Con su disfraz de cactus engañó al mundo. Debajo de la áspera y espinosa envoltura se escondía una sutil orquídea. Protegida con su armadura cruzó los charcos, se sentó al crudo sol del desierto, Cruzó ríos de lava, pero, nada podía herir su auténtica identidad. Estaba a salvo. Con estoicidad de guerrero mongol venció dragones, esquivó espadas… Nadie en el orbe acertó a ver su verdadera identidad. Cuando la vida vino a cobrar su tributo, la ruda carátula dejó al descubierto La fragilidad de la flor que, la vida ocultó con su manto de espinas evitando ser dañada. El disfraz no pudo engañar al cobrador del tributo final.